018 | CONFINAMIENTO

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018:
CONFINAMIENTO

La mirada de Chishiya pasó a observar al hombre del traje y a la que parecía ser su novia, o como mínimo, su interés romántico. Cuando llegó con Kyoko a aquel lugar los habían pillado haciendo guarrerías en una de las celdas, y no olvidaba la vergüenza de la contraria cuando pasó de largo, tratando de evitar que se percatara de sus mejillas sonrojadas. Había sacado un par de cosas en claro de ese momento, pese a, para no variar, habérselas callado.

Al mirar abajo, Banda le comentaba a la chica el símbolo de su collar. Se aseguró, cuando aquellos tres volvieron a subir, que el palo era el correcto. Ni si quiera le dirigió una mirada al pasar por su lado, y eso le empezaba a irritar más de lo esperado. Antes al menos le miraba mal. Ahora ni si quiera le prestaba atención, y con su elección de buscarse equipo en otra gente, el asunto de disculparse se complicaba.

La hora de comunicar la respuesta llegó antes de lo que ninguno esperaba. El tiempo pasaba rápido ahora que aún quedaban personas en las que entretenerse. Cuando quedaran menos, se volvería una tortura. La joven buscó su celda, abriendo la puerta de la misma y colándose al interior. La luz se encendió al pasar. Había poca cosa: una cama y un retrete. Típica celda de cárcel.

Por favor, responded a la pregunta.

—Diamante —pronunció en voz alta. Unos segundos más tarde, sonó la campana. Las puertas habían vuelto a abrirse. Quedaba otra larga hora por delante.

Da comienzo la segunda ronda.

Banda buscó a sus compañeros tan pronto como salió del cuarto, reuniéndose los tres en la cabina de seguridad central. Tanto Kyo como él se habían dejado caer al suelo, mientras analizaban todo el lío. Nadie había muerto aún.

—¿Pero cuánto va a durar esto? —preguntó el del flequillo.

—Hasta que la jota empiece a matar —Banda comentó.

—O hasta que a alguien le entre el miedo y empiece a matar —la oración cayó de los labios de la chica sin control. Pudo ver por el rabillo del ojo cómo Banda mostraba una sonrisa. El emo tan solo la miró.

—¿A qué cojones estás esperando?

El grito irrumpió en la escena, seguido de uno de los jugadores cayendo al ser empujado. Kyoko observó a su izquierda, donde acababa de aterrizarle la persona.

—¡Que me digas lo que tengo, capullo! —el agresor volvió a rugir. Hubo un momento donde le recordó a Niragi. Abusones.

—¿Estás bien? —Banda se acercó al chaval. Le vio acercarse a su oído y susurrarle algo, pero no captó qué fue. Chishiya también lo analizaba.

El hombre volvió a acercarse y a zurrarle hasta que consiguió su palo. La joven ya había echado el ojo al dibujo, descubriendo que era el incorrecto. Le había metido. Dato curioso. Sus ojos cruzaron con los del peligris, y lo ignoró. Otro suspiro por parte del chico. ¿Hasta cuándo duraría eso? Su actitud era más preocupante que estar encerrado eternamente en aquel sitio. Era la primera vez en toda su vida en aquel mundo que el juego había pasado a ser tema secundario. Empezaba a darse cuenta de cosas sobre sí mismo.

Ha llegado el momento de responder. Tenéis que entrar en las celdas del confinamiento solitario que hayáis escogido.

—Pica.

La primera explosión retumbó en el lugar, generando eco a lo largo del pasillo. La puerta volvió a abrirse. La mecánica volvió a repetirse también. Kyoko se reencontró con Banda y el otro chico en el mismo lugar de antes. Allí mismo fue capaz de ver la forma en la que su compañero y su amigo se echaban un vistazo. El primero sonreía en su dirección. ¿Qué se estarían diciendo con la mente para verse de ese modo?

hangover ; chishiya shuntaroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora