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"El Castillo del Terror"

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"El Castillo del Terror"


Ya había acumulado un par de faltas graves en mi expediente de la escuela y, si me preguntan al respecto, no me arrepiento de nada. Una vez le rompí la nariz a un baboso que no debió llamarme "Mami" en primer lugar, en otra ocasión me encontraron intentando escaparme del colegio por una ventana y entre tantas otras cosas, la gota que rebosó el vaso, fue cuando me encontraron fumando en el baño con las chicas con las que pasaba el rato. 

No, no eran amigas porque si lo fueran, no me hubieran echado al agua de esa manera.

¿Qué gané aquella vez? Una expulsión.

Aun recuerdo la cara de decepción que tenía mi padre esa vez que lo citaron a la oficina del director, jamás se me va a olvidar esa mirada sobre mi. Un montón de papeleo más tarde y unos billetes de por medio, mis padres entonces buscaron la forma de deshacerse de mi y la encontraron, kilómetros lejos de la civilización, en medio de un bosque sombrío donde había un edificio de mala muerte parecido a un antiguo castillo, tan antiguo como el aspecto de la directora con la que mi padre arregló mi estadía ahí, o lo que es igual, mi sentencia final.

Pasaría el resto de mi vida en un asilo. Ahora si me arrepiento de no haberme comportado como una estudiante modelo y ejemplar desde un inicio.

Ninguna suplica sirvió porque mas tarde vi desde una de las ventanas como el auto de mis padres salía por el gran portón de metal para desaparecer en el horizonte por la carretera.

Yo tomé el agarre de mi maleta y dejé que una de las encargadas del internado me guiara hasta mi cuarto recordándome las reglas del lugar a las que poca atención les di, en realidad.

—Este va a ser tu cuarto. —Leí el letrero sobre la puerta con el número 104 escrito. —Tu compañera ahora mismo se encuentra en clase pero puedes pasar a acomodarte. Tu horario y uniforme te serán asignados esta misma tarde.

—¿Qué pasa si no me agrada mi compañera y quisiera cambiarme de habitación antes de que intente asfixiarla con una almohada a mitad de la noche?

—¿Un cambio?, Eso no va a ser posible. Y más te vale comportarte con SeoYeon porque un solo pelo que le toques y yo misma me encargaré con mis propias manos de hacer que tus días aquí sean un infierno.

Tragué en seco y avancé dentro del cuarto sin ver alguna otra opción a mi alcance, entendí además de que SeoYeon podría ser una chica especial para los directivos así que solo pude imaginar que era la típica hija consentida de papi y mami. Lo que me faltaba, tener que convivir diariamente con una arrogante de esas en menos de 15 metros cuadrados.

En cuanto la secretaria se fue comencé con la tarea de organizar mi lugar. Había guardado un poster de los Sex Pistols así que lo colgué a un lado de la pared, no tardé mucho en acomodar lo poco que me habían dejado llevar así que, sin nada más que hacer que esperar, me aburrí. Me acosté en mi cama y desde allí detallé el lugar de mi compañera, todo muy organizado y rosadito, me daban ganas de vomitar por tanta cursilería.

Mis ojos se cerraron automáticamente y no tardé en quedarme dormida, tuve un sueño donde intentaba escapar por el bosque pero me perdía gracias a la neblina que no me dejaba ver más allá de mis narices... Alguien me perseguía.

Desperté por un ruido a mi al rededor, así lo primero que vi delante mío fue a una chica de ojos tiernos mirándome expectante desde su lugar. Tardé un poco en volver a la realidad y asimilar que ya no me encontraba en mi cuarto sino en el castillo del terror y que aquella chica era mi nueva compañera.

Me senté sobre la cama sin perder el contacto visual, el tenerla aquí presente me provocaba una especie de sentimientos mezclados, entre curiosidad, desprecio y admiración porque era bonita la condenada, parecía salida del protagónico de alguna película. Ella rompió nuestras miradas y se agachó para recoger algo que a lo mejor se le había caído y había producido ese ruido, al mismo tiempo comenzó a hacer reverencias, supongo que disculpándose por despertarme.

Yo bostecé y me estiré antes de presentarme:

—Soy Kim YooYeon, ¿Cómo te llamas? —La desdichada no me respondió, pareció ignorarme olímpicamente mientras rebuscaba entre sus cosas pero lo volví a intentar, —¿Sabes qué horas son? Tengo que ir a la secretaría por mi uniforme y los horarios que me asignaron...

Al menos esta vez señaló un lugar a los pies de mi cama donde había un uniforme doblado dentro de una bolsa y un pedazo de papel encima con mis clases anotadas, el lado bueno era que ya no tenía que preocuparme por eso.

—Voy a pasar mucho tiempo encerrada aquí así que, por el bien de las dos y porque no quiero volverme loca, espero que al menos haya comunicación entre nosotras. —Ella metió las manos a su bolsillo y comenzó a escribir algo en su mano, lo que hizo que mi paciencia llegara al tope. —¿Por qué no hablas? ¿Eres muda o qué?

De inmediato me arrepentí de haberle gritado de ese modo cuando su expresión cambió a una más decaída. Estiró su mano hacia mi y ahí pude leer que había anotado: "No puedo hablar, pero gusto en conocerte"

El Internado (YooSeo) tripleSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora