Angustia tenía un secreto, un secreto que algunos lo habían podido ver con sus propios ojos y sólo una persona conocía bien el secreto, pero de esa persona habláremos más adelante.
Ella tenía cicatrices, en el alma y en la piel. Pero el problema no eran las cicatrices, era todo lo que veía detrás de ellas.
Le costaba hablar mucho, y no sabéis hasta que punto, hablar de sus cicatrices. Para Angustia eres difícil verse en el espejo y llorar sola del odio que sentía hacia su persona.
Y hay dos formas, a mi entender, de tenerse odiarse; odiar tu forma de ser y odiar tu físico; sin embargo, Angustia odiaba esas dos partes de su misma.¿Alguna vez habéis sentido cualquiera de ese odio hacia vosotros mismo? Os digo desde mi propia piel que si, es posible sentir tanto odio hacia uno mismo, pero no hablemos de mi, sigamos con Angustia.
Sus cicatrices sólo eran la punta de un iceberg. Rechazo, odio, críticas, miradas y palabras de desprecio, agobios, ansiedad, dietas y lloros eran parte de todo lo que venía detrás de los cortes. Todo aquella le había provocado un odio a si misma y una falta de autoestima enorme.
¿Cómo podía ser que ser que nadie de hubiese dado cuenta de sus ojos rojos, de su poca falta de apetito, de su timidez..? Claro, ella tampoco iba publicando sus problemas hasta que un día, sin más, pasó. El primer corte.
Y aquello sólo había empezado.