amargas despedidas.

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No se sí alguna vez os habéis tenido que despedir de forma forzada de alguien. Y digo forzada, porque me refiero a que vosotros decidís despediros de esa persona, sea cual sea el motivo.

Ahora bien, los motivos dependen de cada uno.

Por mi parte, tengo que despedirme de alguien que no me necesita en su vida aunque yo le necesite más que nada. Y pensaréis, ¿que dificultad tiene sacar a alguien de tu vida? La tiene, creedme.

No es tan fácil desprenderse de alguien del que dependes, alguien que lo ha dado todo por mi felicidad, alguien que ha podido juntar pedazos rotos de mi alma y de alguna forma, conseguir arreglarla un poco, alguien que ha sido capaz de sacarme más de una sonrisa sincera y más de una lágrima.

Seamos francos, estas despedidas no son preciosas, son una mierda. Tan malas son que al final consiguen romper tu alma en un millón de pedazos, y no hay forma de volver a pegarlos. Pero supongo que las cosas son así.

Hay que saber con quién complicar se la vida, o eso dicen, yo lo he intentado y os juro que me ha salido fatal el intento. No es que sea él o yo, es que son las circunstancias en las que vivimos ambos. Yo no tengo hueco dentro de su vida, dentro de su mente o dentro de su caos, así que prefiero despedirme.

No se sí será bueno o malo, pero se que dejaré de molestar.

Adiós querido amigo.

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