I

176 7 0
                                    

-Princesa, debe levantarse rápido, todos ya están desayunando.

-Ya voy, Gemma, ya voy.-dijo mientras ponía de nuevo las sábanas sobre su rostro.

-Odio hacer esto, pero debe vestirse ya.- dijo Gemma mientras le quitaba las sábanas de un tirón.

-A veces me caes tan mal.

Al levantarse se puso el vestido verde con encaje, con ayuda de Gemma, que estaba encima de la cama. Su madre no les dejaba usar otro color que no fuera verde, y mucho menos si era rojo o negro.
Cuando entró al salón en el que estaban todos se sentó al lado de su querido hermano, Aemond, en la punta de la mesa, donde acostumbraba sentarse.

-Veo que por fin te levantas, hija.- dijo el rey con mirada cariñosa. Ella, Aemma, le recordaba mucho a su primera hija, Rhaenyra, y aunque no lo aceptara, siempre las querría un poco más a ambas.
-Sí, es demasiado caprichosa porque dejas que haga lo que se le venga en gana siempre.- dijo Alicent, su madre, con un dejo de enojo en su tono.

-Buenos días a ti también, madre.

Aemma volteó a mirar a su hermano a su lado cuando sintió como la mano de este apretaba un poco la suya en un intento de calmarla un poco. Siempre lo hacía, y pese a ser solo un poco mayor a ella, siempre trataba de defenderla y protegerla.

Al terminar de desayunar todos empezaron a alistarse ya que tenían planeado ir a Rocadragón por un par de días a visitar a Rhaenyra, Laenor y a sus hijos, los príncipes Jacaerys, Lucerys y el recién nacido, Joffrey. A Aemma le encantaba pasar tiempo con su hermana, y a pesar de que esta nunca se llevó bien con Alicent, adoraba a Aemma y le encantaba cuando iba de visita. El barco zarpó, Aegon y Heleana lo siguieron desde el cielo, en sus dragones, Fuegosolar y Fuegoensueño, ya que eran los únicos jinetes en el castillo. El viaje no era demasiado largo, y al llegar fueron recibidos por la guardia del lugar y la familia que allí vivía.

-Me da mucho gusto que venga de visita, majestad.- dijo Rhaenyra mientras hacía una reverencia para luego acercarse a su padre.

-Que gusto verte hija, tienes una familia preciosa.

-Claro, si el pecado es precioso, claro que lo es.- dijo Alicent entre dientes.

Aemma corrió hacía su hermana y se abrazó a sus piernas mientras esta acariciaba sus blancos cabellos con una sonrisa.

-Aemma, ven aquí ahora.- ordenó Alicent a su hija, aunque esta no hizo caso alguno.

-Está bien, está bien. Bueno, sigan por favor, mi padre y hermanos siempre son bien recibidos en mi hogar, les mostraré sus aposentos.- exclamó Rhaenyra mirando de reojo a Alicent. Para luego ir de la mano de Aemma adentro de la fortaleza.

Estas dos nunca se habían llevado bien, ya que la hija del rey siempre creyó que su madrastra era una caza fortunas. Pese a provenir de una gran casa, estaba en la corte desde los tiempos del viejo rey, Jahaerys, a quien le leía en su lecho de muerte y que muchos pensaban que quería casarse con él o que lo había matado. Luego, llegó a la vida del rey Viserys, muy convenientemente después de la muerte de su primera esposa, Aemma Arryn, que murió de parto. Adicional al hecho de que su padre, Otto Hightower, era la mano del rey desde los tiempos de Jahaerys y fue por Rhaenyra que le destituyeron para nombrar a Lord Strong en el cargo.

Luego de un rato que todos se instalaran, fueron al salón principal para cenar. Ya se había hecho de noche y Aemma había estado recorriendo el lugar con sus sobrinos, se llevaban bien, ya que sus edades no distaban mucho. Jacaerys tenía 8, Lucerys 7 y Aemma 11, siempre se habían llevado bien, y eran los únicos que entrenaban con la espada con ella, por orden de su madre. Aemma no tenía una gran relación con sus hermanos, a excepción de Aemond, ya que solo se llevaban dos años, decía que Helaena vivía en su propio mundo, era muy callada y le gustaba estar sola, y decía que Aegon era un bruto.

Al entrar, se sentó al lado de Aemond y a su otro lado se sentó Jacaerys, sintió la mano de Aemond tomar la suya por debajo de la mesa, y las llevó por encima de esta, a la vista de todos, mientras miraba a Jacaerys. Viserys solo los vio y sonrió, su madre tenía cara de enojo, nada nuevo cuando se trataba de ellos.

La cena transcurrió en paz, todos hablaban y reían, parecían una familia de verdad, era algo que no pasaba con mucha frecuencia. Al hacerse cada vez, los pequeños empezaron a tener sueño.

-Lo lamento, pero estoy muy cansada, quisiera ir a mis aposentos.- dijo Aemma poniéndose en pie.

-Si me permite, tía, yo la escoltaré- dijo Jacaeys levantándose.

-No te molestes, sobrino, siempre lo hago yo, quédate con tu hermano.- dijo Aemond poniéndose de pie y ofreciéndole su brazo a su hermana.

-Gracias, que tengan buena noche- dijo Aemma mientras se iba del brazo de su hermano.

Caminaron hasta la habitación, entraron y fueron al balcón se sentaron en el piso a ver el cielo. Aunque estuvieran en silencio, era cómodo, siempre le encantó eso a Aemma, solo con Aemond se sentía tan cómoda.

-¿Porqué hiciste eso?- le preguntó Aemma, rompiendo el silencio, pero no sonó como un reproche, había genuina curiosidad en su voz.

-Yo soy siempre quien te acompaña, no me gusta que crea que tiene derecho a hacerlo solo porque vive aquí.- dijo mirando al frente con el ceño fruncido.

Volvieron al silencio, Aemma apoyó su cabeza en el hombro de su hermano y se quedó dormida. En un momento despertó y era Aemond acariciando su mejilla y diciéndole que fuera a la cama. Luego de que estuviera acostada, él se despidió de ella con beso en la frente.

Escapism || Aemond Targaryen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora