XII

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-Ya estoy aquí, ¿para qué querías verme?- dijo Aemma mirándolo, él evitaba su mirada.

-Eres mi hermana y te extrañaba.- respondió mirando la mesa.

-Ay por favor, Aemond. Tú nunca me has extrañado. Habla, porqué dejaste esa nota en mi habitación.

-¿Porqué no te extrañaría? Siempre estuvimos juntos hasta que decidiste irte.-respondió ignorando la pregunta de la chica.

-¿Hasta que decidí irme? ¿Es en serio? Desde que reclamaste a Vaghar me ignoraste. Yo trataba de buscar tiempo, cómo siempre la hacía, para estar contigo y tú siempre sacabas excusas.

-Madre dijo que- no terminó de hablar porque fue interrumpido.

-Madre, obviamente ¿cómo no lo pensé antes? Siempre es ella.

-Madre dijo que debía concentrarme en entrenar todavía más duro por... lo del accidente. También dijo que debía aprender a volar a Vaghar.- Si alguien que lo conociera hace poco lo viera no lo reconocería. Se veía indefenso y pequeño ante ella pese a ser mayor.

-Yo también tenía que volar con Vermithor y tenía más obligaciones y siempre tenía tiempo para ti. Así que no quieras echarme la culpa de mi partida. Si me fui fue porque no soportaba esa indiferencia. Habría preferido que me insultaras a la cara a que me dejaras de hablar.

-¿Y qué quieres? ¿Que me disculpe cuando tú te fuiste con esa... con Rhaenyra?- respondió a la defensiva mientras levantaba la mirada. Su ojo se veía de un violeta más oscuro de lo que ella recordaba.

-Ella, es mi hermana y también la tuya. Ella sí es como una madre para mí. Lo que Alicent nunca fue, ella siempre me ha odiado.

-Sus hijos son bastardos, no merece el trono.-espetó entre los dientes.

-Son de la sangre del dragón y llevan el apellido Velaryon. Son sus legítimos herederos. Ha sido la mejor madre que conozco, ella será una buena reina.- estaba comenzando a exasperarse.- ¿Me trajiste aquí para hablar sobre nuestros sobrinos?

-Escucha, te quiero, y siempre lo he hecho, así que quiero que volvamos a ser cercanos, como antes.- al hablar suavizó su tono, el violeta de su ojo era más claro.

-Tú no me quieres, o por lo menos no más que a madre. Ella me odia, así que te dirá que te alejes de mí y tú lo harás. Siempre haces lo que ella te dice.

-Esta vez no será así. He estado muy mal desde que te fuiste. Déjame demostrarte que será diferente.- respondió el chico mientras se inclinaba hacia el frente.

-Puede que esté cometiendo un gran error, pero te daré una oportunidad, solo una.- el rostro de Aemond estaba muy cerca del suyo, pero no iba a dejárselo tan fácil aunque también lo deseara.- Ya es tarde y debemos volver al palacio.- se puso en pie y vio frustración en el rostro del príncipe.

-Es verdad, vamos.- le tendió su brazo para llevarla de vuelta a su hogar.

Ya en la fortaleza, la chica le agradeció que la escoltara y fue a sus aposentos sin más. Estaba feliz de volver a verlo, pero estaba muy cambiado, no sabía si era el mismo Aemond que creía conocer. Por el otro lado, se sentía como una tonta por haberle dejado todo tan fácil. Luego de sobre pensar un rato fue a dormir.

Pov Aemond
Luego de verla irse fue a su habitación. Se sentía como un imbécil por haberla tratado de esa forma por tanto tiempo, pero también estaba aliviado por tener otra oportunidad con ella. Estaba sentado leyendo cuando escucho como tocaban su puerta. Se emocionó, pensó que tal vez era la razón de sus desvelos la que iba a llamar a su puerta, así que fue a abrir. Se desilusionó al ver a una prostituta de cabello rojo pintado con una capa muy ligera que dejaba poco a la imaginación. De igual modo, la hizo pasar. Luego de un rato de terminar con ella, hizo que se fuera y se quedó solo de nuevo. No podía pensar en nada que no fuera ella.

Le parecía la persona más perfecta del mundo: su cabello platinado que llegaba a la cintura, su piel clara y suave, sus ojos de un violeta tan profundo que parecía que podías perderte en él si lo veías mucho, sus labios rojizos y carnosos que parecían pedir a gritos que fueran rozados por los suyos. Siempre se podían ver sus clavículas por los vestidos que usaba, y debía recordar que estaba en público para no ir a llenarlas de besos. Su pecho sobresalía y hacía que el joven tuviera pensamientos no aceptados por la fe, su cintura era pequeña y no podía esperar para poder tomarla entre sus manos para acercarla a él. Tenía una belleza imposible para otras damas de la corte, pero siempre posible para las Targaryen. Todo de ella le hacía pensar que era un ser divino y digno de admiración o que debía arrancarle el vestido en donde fuera que estuviese para poder poseer su cuerpo.

Pov Aemma
A la mañana siguiente, Aemma salió muy temprano, antes incluso de que el sol saliera para ir a volar con Vermithor. Cuando estaba en el aire sintió una corriente de aire nueva, una extraña. Cuando volteó a mirar, vio a Aemond y Vaghar.

-Sȳz tubis, ñuhe prince. (Buenos días, mi princesa)- saludó el mayor mirándola con una sonrisa traviesa.

-Sȳz tubis, lēkia. (Buenos días nene bello, hermano)- respondió la chica mientras que con una maniobra daba la vuelta y volaba al lado contrario.

Sintió calor repentinamente, era Vaghar exhalando fuego para que ella pasara a través de este. Era un juego conocido entre jinetes de dragón, hacían que sus dragones exhalaran fuego y el otro pasaba a través de este lo más rápido posible para no quemarse, aunque en el caso de Aemma, no tenía problema con lo de pasar rápido.

Estuvieron jugando un rato hasta que vio que el sol estaba ya afuera hacía un rato. Llevó a Vermithor al pozo, descendió de su lomo y fue junto a su protector, ser Cargyll. Dejó a Aemond atrás.

Escapism || Aemond Targaryen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora