I
Todo había comenzado. Desde el sábado la gente invitada al castillo había empezado a llegar, y el Zarévich, Gran Duque y Grandes Duquesas se habían mantenido ocultos hasta que fuese el día del baile de bienvenida. No obstante, el mantenerse fuera de los ojos de aquellas personas, no significaba que ellos no pudieran observarlos a todos desde la lejanía. Pero todo eso ya había culminado, pues la gran fiesta que marcaría un antes y un después en el país que gobernaban, había dado inicio. El mayor de los príncipes, el heredero al trono imperial Conan, ya estaba listo; junto a su abuelo, encabezaría la caminata de entrada al salón para recibir a sus invitados e invitadas, pero mientras esperaba su momento, se dedicó a observar desde un segundo piso a las y los jóvenes llegar al baile. Trajes pulcros y vestidos de buen ver resaltaban en cada andar.
La boca del rubio se secaba al ver a las señoritas, todas lucían fantásticas, y le costaba creer que entre ellas estaba su futura esposa, al igual que, le era difícil el imaginarse a sí mismo enamorado otra vez. Pero todo por un bien común ¿No? Aunque eso se escuchara realmente como algo egoísta, pues el futuro de un país estaba colgado de un hilo y el sacrificio de su felicidad. Era algo increíble el que esto estuviese sucediendo; esto era un evento con una importancia no solamente nacional, también era algo de índole mundial, pues la unión de los gobernantes con otra persona, significaba mucho; habría cambios, nuevos tratados, considerar los orígenes de cada una de ellas... Se tenían que ver la relación con algunos otros posibles países de ascendencia de aquellas chicas, pues era importante mantener una buena relación política con esas naciones.
Un pequeño vuelco en su corazón, lo obligó a posar con firmeza una de sus manos sobre el barandal del piso en el que estaba. Una hermosa señorita se estaba abriendo paso entre los invitados, y era una mujer un tanto difícil de ignorar. Poseía una belleza angelical, y caminaba con cierta elegancia que ante los ojos del futuro emperador, podía destacarse como una excelente candidata para ser la futura emperatriz, no obstante, habría que darse la oportunidad de conocerla para poder determinar eso con más certeza. Siguió con la mirada a la chica, hasta que ésta terminó por perderse debajo de él, introduciéndose al baile. La curiosidad por saber sobre ella, se instaló como una chispa en su estómago y su cabeza. En definitiva, podría considerarla como una mujer preciosa, y solo quería saber si su corazón era igual de bello que su exterior.
Aún no habían terminado de llegar todos los invitados —o al menos sus cálculos de cuánta gente había pasado por debajo de él, le indicaba eso —, cuando uno de los guardias se aproximó a él para informarle de que era hora de adentrarse en el baile, pues sus hermanos ya estaban preparados y esperándolo. Agradeciéndole con un asentimiento de cabeza, dejó la copa con la sidra en manos de uno de los mayordomos que solía seguirlo a donde el futuro emperador fuera, y bajó para encontrarse con sus hermanos. Todos vestían de una manera espectacular. Su hermano menor, llevaba un traje algo... desalineado. Llevaba una camisa simple debajo del saco y el mismo no estaba muy bien cerrado, al igual que sus pantalones estaban flojos, dándole un aspecto relajado, algo típico de él; Connor no era el hombre más elegante de la familia y tampoco le gustaba llevar vestimentas muy rigurosas.
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El Juego del Emperador
Ficción histórica¿Cómo se puede comenzar a describir esto? La Quinta Guerra Mundial llegó y con ello, el país de Pillisen cayó en manos de los rusos, siendo controlados por una poderosa familia de apellido Shostakóvich, los cuales se convirtieron en los gobernantes...