Глава Bторая

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II

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II

A la mañana siguiente del baile, ya era primero de diciembre, lo cual, significaba una maravillosa época dentro del castillo de los Shostakóvich. La pulcra familia, disfrutaba mucho de las fiestas decembrinas, pues lo veían como oportunidades a nuevos inicios, una luz de esperanza para continuar unidos y seguir enfrentando cada dificultad que la vida les ha impuesto, y vaya que pocos no han sido. Una de las personas más emocionadas por la llegada de este mes, era la menor de las Grandes Duquesas, la preciosa Fiorella. La rubia, había quedado con un gran sentimiento la noche anterior, se vivieron demasiadas emociones para ella y el resto de sus hermanos, algo que causó que no lograse conciliar el sueño durante gran parte de la noche. La joven, se levantó a medianas horas del amanecer, apareciéndose directamente en la cocina sin esperar las asistencias de sus doncellas como suele ocurrir cada nuevo día; y esto ocurría, porque a pesar de su falta de sueño, tenía demasiada energía que gastar, y su mejor manera de hacerlo, era sacarlo todo en la cocina. Preparó unas galletas de jengibre, docenas de ellas en realidad; para así, colocarlo todo en una elegante bandeja y solicitarle a un par de ayudantes que la hicieran llegar a uno de los comedores privados del castillo, y también, que fueran a buscar a uno de sus hermanos, pues la menor requería de una buena compañía para charlar.

Las doncellas no dudaron en acceder a las órdenes de la pequeña Gran Duquesa, de manera inmediata, el Gran Duque Connor fue llamado. Para él, la noche había sido igual que la de su hermana, no había podido pegar el ojo en todas esas horas que debían ser de descanso, ya que su mente, divagaba de manera imprecisa por todo lo que vivió durante el baile, ya que no consideraba que iba a ser una experiencia muy diferente a como estaba acostumbrado, conociendo a personas muy gratas que esperaba volver a ver. El rubio, caminó varios pisos abajo, hasta que llegó al lugar donde había sido solicitado. Una vez ahí, vio a Fiorella entrar al pequeño comedor por la puerta que los conducía a la cocina, y le regaló una gran sonrisa como saludo.

—Hola, pequeña ¿Me buscabas?

La joven asintió con lentitud.

—Así es. Preparé un desayuno navideño, aunque estemos a una galaxia de distancia de ello —sonrió, señalando la bandeja con galletas que descansaba en el centro de la mesa.

—Igual a como era cuando éramos niños —mencionó el mayor, dejando salir una pequeña risilla —. Era lo mejor de navidad.

—Sí... A veces extraño cuando todos éramos pequeños —soltó la rubia con un toque de nostalgia.

—Ya somos dos, hermana. Nuestra única preocupación era jugar y ocultarnos de nuestros padres.

Ante la mención de aquellas últimas personas, la Gran Duquesa se quedó completamente callada, pues no contaba con ningún recuerdo de ellos. Los padres de los cuatro herederos Shostakóvich, habían desaparecido hacía casi dos décadas atrás, cuando la menor de la familia tenía tan solo un año de edad.

El Juego del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora