Mientras el carruaje diminuto donde iba Mew sentado resonaba y el sonido de los caballos se escuchaba en la lejanía, el alfa miraba por la ventana perdido en sus pensamientos.
Su postura era recta, sus manos cruzadas en su regazo y su cara recargada de la ventana sin poder apartar la vista de las montañas. Volver a su pueblo de infancia le traía muchos recuerdos.
Más buenos que malos. Su infancia fue buena. Sus padres siempre lo adoraron, mientras su madre lo consentía, su padre le enseñó a ser un gran alfa y hoy en día se lo agradecía, había aprendido muchas cosas de él.
Era ahora uno de los alfas más fuertes del escuadrón de guerra Closser. Todos sus superiores y amigos lo admiraban. Fue llamado héroe incontables veces.
Y aunque en muchas ocasiones estuvo apunto de morir, lucho y luchó por Gulf, por su mejor amigo.
El nombre de repente hizo que se le estrujara el pecho y con rapidez su mano apretó el collar que colgaba en su cuello. El bonito collar con la medallita plateada con la imagen de un búho de color azul rey. Un regalo que le había dado su mejor amigo. Un collar al que se aferraba cuando combatía contra otras manadas enemigas.
Cada vez que estaba tirado en el suelo sin aire y sin fuerzas y tan herido y maltrecho, miraba el collar y recordaba las últimas palabras de Gulf.
"Prometeme que lucharas en cada combate y que muy pronto volverás a casa" y Mew en ese momento se lo prometió; que no moriría, que siempre lucharía y que volvería a casa en una sola pieza.
Mew cumplió la promesa. Estaba vivo y dió lo mejor de si en cada combate. Lo único es que se había tardado mucho tiempo en volver a casa. Desde que eligió su vocación sabía que debía dejar su pueblo. Aunque le dolió dejar a su familia y a su mejor amigo, se marchó sin mirar atrás.
Tiempo después se enteró que sus padres murieron y él no pudo estar con ellos, ni sepultarlos como era debido. La culpa aún atenazaba su corazón. Lo único que le daba un poco de tranquilidad era que Gulf se habia encargado de hacerles un entierro digno con el dinero que había mandado.
Parecía surreal estar regresando después de tanto tiempo porque llevaba cuatro años sin venir a su pueblo, cuatro años subiendo de rango y peleando y demostrando su valía y fuerza. Y se sentía orgulloso de que en poco tiempo haya logrado tanto, pero también se había perdido de dos eventos importantes. El entierro de sus padres y la boda de su mejor amigo.
A pesar de esos grandes acontecimientos nunca dejó su puesto de combatiente hasta ahora.
Mew cerró los ojos y apretó el collar.
Siempre fue un hombre duro y fuerte. La única vez que lloró fue al enterarse que sus padres habían muerto. A parte de esa ocasión nunca había vuelto a derramar una lágrima, hasta este momento que siente que de a una a una están bajando por sus mejillas sin su permiso.
Cuando se levantó está mañana jamás espero recibir una noticia tan fuerte y trágica. Enterarse que su adorado Gulf estaba muriendo a causa de un lazo roto lo destruyó y sin pensarlo mucho le rogó a su superior un mes de vacaciones, este al saber que era un combatiente digno y que nunca había pedido vacaciones se lo concedió.
Mew hizo todo en piloto automático al recibir sus vacaciones. Metió en su maleta lo más importante y espero un carruaje a las afueras de la región. Estuvo de suerte porque a los pocos minutos pasó un carruaje pequeño y el sin importarle el tamaño o lo incomodo que podría ser el carruaje miniatura donde viajaría por unas horas, lo tomó sin pensarlo mucho.
Y ahora se encontraba en el mismo carruaje con varios kilómetros recorridos. Su pueblo no quedaba tan lejos de la región Closser. Y ese simple hecho lo tranquilizaba un poco, sólo un poco.
Porque saber que Gulf estaba muriendo y él no estaba a su lado lo hacía sentir impotente. Quería gritar, quería romper algo. Su lobo estaba sofocado y inquieto.
Una risita rota salió de sus labios, porque su lobo a pesar de ser un bruto y actuar con otros alfas de manera despota, con Gulf era lo opuesto, era el único alfa que su parte animal aceptaba.
Puede recordar con nitidez cuando Gulf lo abrazaba o le decía algo dulce en el oído y su lobo nunca se mostró agresivo. Ni el olor de Gulf lo molestaba como comúnmente le molestaban los demás olores de otros alfas. Gulf olía a chocolate y madera. A Mew y a su lobo le encantaban el olor de Gulf. Así que cuando solían pasar mucho tiempo juntos él llegaba oliendo a Gulf y Gulf oliendo a él. Y en vez de ellos y sus lobos reaccionar de mala manera, no lo hacían y era extraño. Mew solía pensar en ese momento que era la costumbre y como adoraba tanto a Gulf, le permitía esos privilegios.
Mew nunca tuvo un alfa tan cercano a él, porque siempre hubo un status de poder, de quién era mejor, de quién podía ganar un combate contra más alfas. Muchas veces Mew peleó con otros compañeros alfas en el instituto y en esas ocasiones siempre era curado y reprendido por Gulf.
Gulf era lo opuesto a él, no le gustaba meterse en problemas y tampoco demostrar su poder de alfa. Gulf siempre actuó tranquilo, sereno y apacible. Y aunque muchos alfas lo llamaban rarito, él parecía no importarle lo que el mundo pensara de él. Mew siempre admiró eso de Gulf.
Apretó la mano en su boca porque el llanto quería volverse desgarrador al recordar y recordar.
Recordar los momentos de su infancia y su adolescencia con Gulf, le hacían doler el alma. Tenía miedo, mucho miedo, como nunca lo tuvo por nada.
No quería ver morir a su mejor amigo, no estaba preparado para eso. Siguió apretando su mano contra su boca con fuerza no quería que el cochero lo escuchara sollozar.
Sus ojos estaban tan rojizos y hinchados.
Cualquier alfa que lo viera ahora lo acusaría de débil y se reirian de él porque los alfas no debían mostrar emociones. Esas siempre fueron las palabras de su padre y sus superiores. Pero no le importaba, necesitaba llorar, necesitaba sacar este dolor.
Porque a pesar de que su amigo aún no había muerto y podía salvarse de un lazo roto, venía el otro dilema. Cuando recibió la carta escrita por Lili, la hermana de la esposa de Gulf, él se sorprendió un poco, fue muy inesperado. Cuando abrió la extensa carta y leyó todo su contenido esta cayó a sus pies y no pudo evitar quedarse congelado. Su aroma a café y cacao se intensificó. Su lobo aulló.
Porque en esa carta decía que aunque Gulf podía deshacerse del lazo roto invisible y marchito y volver a su vida normal, este no quería hacerlo y se aferraba a la muerte.
Su mejor amigo quería morir. Y eso le rompía el corazón a Mew.
¿Por qué cómo convenceria a su amigo de que había más motivos para vivir? Mew no lo sabía, pero lucharía y lucharía para que Gulf retomará su vida y volviera hacer feliz. Porque su amigo después de este trágico suceso merecía volver a encontrar la felicidad.
Se secó las lágrimas, sorbió su nariz en su pañuelo de un bordado fino de seda de color melón y recostó la cabeza en el amueblado asiento.
Volvió apretar el collar y mentalmente sólo pedía por llegar a tiempo y que tuviera la oportunidad de salvar a Gulf.
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✿; Mi alfa guerrero
ContoEl alfa Gulf Kanawut cae en cama al su adorada omega fallecer, con un lazo roto y sin motivos para vivir se resigna a morir. Mew Suppasit alfa guerrero y combatiente de su región "Closser" Es uno de los alfas más fuertes y mejor entrenados y consta...