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¿Qué estaba pasando?

Era fácil de explicar, Lee Jieun ayudaba en su pequeña crisis a Jungkook. Jeon Jungkook era una persona, difícil, le gustaban las personas, creía que en el mundo existían personas de colores y personas en blanco y negro. Las personas de colores destacan y son lindas, las personas blanco y negro son como él, solo viven pero no hacen nada relevante… solo respiran. La gente debe quedarse con los de su clase; él rompió esa regla al tener a Jieun cómo amiga y creía que era demasiado conocer a Taehyung. Tenía ese problema, pensaba que no merecía lo que tenía, especialmente lo bueno que le daba la vida.

Lee Jieun desaprobaba la manera de pensar de Jeon, había intentado cambiarla, pero eso solo empeoraba las cosas. Amaba a Jungkook, era su mejor amigo, pero solo podía estar ahí con él, apoyándolo y queriendo verle con bien.

—No pasa nada, solo es Kim Taehyung-nim.

Okey, intentaba hacerlo ver cómo nada. ¡Pero carajo! ¡Es Kim Taehyung!

—¿Viste ese comercial? Él es más que Kim Taehyung, es, es…

—¿Un modelo?

Jungkook asintió, leyendo en su celular la página de fans.

—Según wiki fandom… ¡Es demasiado Noona!

La de cabellera larga agarró al pelinegro de las manos, le quitó su celular y lo aventó al sillón, tomó a Jungkook de los hombros y lo sacudió fuerte, moviendo su cuerpo a tal intensidad que por un momento logró calmar a su amigo.

—¡Escúchame Jeon Jungkook! —le llamó alterada también— ¡Es solo un humano, no es Dios!

Y no esperaba la fémina ver a su amigo enojarse un poquito.

—¿En serio Kook?

Jeon recuperó su teléfono y le enseñó la página de fans.

—Pero, míralo —le mostró una foto de él— según esto es modelo, maestro de modelaje y se graduó en… ¡Administración! ¡¿Ves?!

Ay. No otra vez.

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Su objetivo quedaba claro, evitar a toda costa a Kim, no era huir, claro que no... Era evitar problemas futuros, sí, eso era. En su insensatez, ocultarse era un refugio propio para poder disuadir o disimular aquel pensamiento que no le dejaba en paz, irse a esconder arriba de lo más alto del edificio fue algo sabio en su momento, el aire purificaba un poco su angustia por ser hallado, podía ver los conglomerados de edificios igual de altos, algunos menos y otros más superiores. En su relajación momentánea, cuando volteo su visión hacia abajo vio la llegada de una van, y Jeon se volvía un constante descuidado, porque al percatarse de aquel auto, perdió el sentido del porqué estaba ahí.

Sin que el destino, el ruido o algún ser divino le previniera de ello, la llegada del chico rubio se hizo inevitable. Jeon Jungkook no debería tentar a la vida, y, él era un pobre ignorante que desconocía la desdicha de que no se cumpla lo que uno pide, la prueba misma era ese ser humano que le tapó los ojos, el que le dijo con su diáfana voz «Adivina quién soy» con la infantilidad poco propia de alguien de su edad.

¡Ay, pobre Jeon! Debía aprender que las cosas son más que una simple casualidad.

—He de decir que me ofende que no me hayas dicho que estás aquí —le reclamó con la propiedad de su juguetona voz—. Es el lugar más bonito para comer pero el menos cómodo.

Oh. Debía escapar.

—Yo ya me iba.

Las cosas no debes forzarlas, suceden cuando deben de hacerlo, en su tiempo y debida forma. Así que Kim Taehyung debía dejar las cosas fluir, pero a veces sentía que si dejaba ir a la gente nunca la volvería a ver, un acto verdaderamente impulsivo. Eso era lo que Jeon necesitaba, que alguien lo forzara un poquito.

De la misma manera en la que lo conoció y no puso límites, de esa manera se dejó llevar a lo que era los adentros del edificio, guiado por el ser brillante, aquél que como único defecto era tener los mismos padeceres humanos, como el apetito que sentía y debía ser saciado con la comida de la cafetería.

Jungkook debería ir asimilando que no quería alejarse, que le gustaba estar cerca de Taehyung. Que podía estar cerca de él. Aunque sea tan efímero y fugaz y después se arrepienta de la soledad de su presencia, alcanzaría a recordar los días de compañía de una persona a la que, aún en cercanía, estaba tan lejos que era incapaz de tocarla.

Necesitaría la poca fuerza emocional para gozar lo que dure esa amistad.

PRISMA DE NEWTON Donde viven las historias. Descúbrelo ahora