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Los humanos definen el valor de las personas por las cosas que hacen, sus acciones, su trabajo, sus calificaciones. Eso es lo que era el pobre hombre. Jeon Jungkook fue criado con la doctrina firme de seguir así su vida. Tener un buen trabajo estable, ganar dinero, casarse, dejar descendencia. Actos de todo buen hombre respetable.

Él siempre creyó que había algo más, algo tácito que le merodeaba. No prestaba atención a ello, le gustaba ser halagado cuando hacía algo bien, pero lo sentía vacío.

¿Realmente hacía algo?

Era su deber, claramente lo tenía que hacer bien. En resumen, no valían la pena los elogios. Desde que entró al mundo laboral en Wishing On A Star  Entertainment, no sé consideraba con una mayor relevancia. Y quizás, últimamente las cosas estaban siendo diferente o la rutina la estaba cambiando, su decisión más arriesgada había sido cambiar de shampoo, pero dudaba que aquello le brindará la bendición de ser halagado por la única persona que no debía gastar saliva en él. 

Porque las estrategias propuestas por Kim Taehyung solucionaron una crisis económica, y, Jeon Jungkook lo veía y admiraba con gran devoción ¿cómo podía hacer todo ese hombre? (según él). Por eso no concebía de ninguna forma que se le dieran palabras de agradecimiento que no merecía, porque no, él no hizo nada, todo lo realizó el ser brillante.

—A veces me fastidias Jungkook. —Se quejó.

—Me lo dicen seguido.

Kim le miró con un característico enojo que no era en serio, no quitaba que no le gustaba ser mirado así, con un reproche no dicho y una mirada desaprobatoria que le calaba hasta el alma.

—Jungkook-ssi, ojalá lograrás ver la gratitud de otras personas. —Le dijo con una voz firme—. Tal vez verías un poco de lo valioso de tu trabajo.

Jeon Jungkook se puso tímido, huyendo de la vista que caía en él, de esos ojos obstinados. Y tragó todo una verborrea de razones que eran insultos contra él mismo. Se abstuvo, saboreando el insulso de una victoria que le dió, porque su silencio le hacía dar la ventaja de darle la razón. Tampoco le podía explicar toda la verdad, porque la verdad era casi tan insignificante como su presencia.

—Es algo arraigado, hay cosas que ni usted puede saber —tremoló le anunció—. Ojalá usted también un día vea como se ve el mundo para mí… 

Oh. Aquello último lo susurró, tan bajo que por fortuna no fue escuchado, porque eso era contraponerse a un ser de luz que le hacía el favor de estar con él, velando por su bienestar. Y la vaga revelación de una amistad que se formó en aquellos tres meses era un buen descanso de una vida rutinaria. Su presencia le daba tranquilidad. Tenían cosas en común, y al mismo tiempo eran polos totalmente distintos, pero así funcionaban.

Taehyung, a su manera, le era un reto personal querer cuidar de Jeon Jungkook, porque él era mal juzgado en un inicio. Cuando sus charlas comenzaron con pequeñas revelaciones, algunos datos irrelevantes. Luego fueron platicas amenas y realmente fructíferas, pero le entristeció ver en la sonrisa de Jungkook una desolación incomparable. Fue cuando deseo poder estar junto a él para cuidarlo, y, si podía sanar esa sonrisa bellamente melancólica, sin pensarlo mucho lo haría. Era más que correcto seguir con él, porque quería, porque podía y porque le gustaba… le gustaba estar con Jungkook. Lo que inició como un agradecimiento por la ayuda brindada, se volvió algo inevitable. Estar presente en la vida de una persona con la sonrisa de añoranza tan bonitamente cautivante, como las flores de primavera que florecen en el gélido invierno. Únicas y solitarias en tan extremista clima.

Un joven pelinegro de ocho años, veía cómo su madre se atavía todas las mañanas con una sonrisa a espera de ser alabada por su impecable apariencia. Le ponía tanto esmero al ser buena esposa, buena dirigente del hogar y buena madre. Su padre era un hombre de pocas palabras, taciturno, jamás estaba satisfecho. Un aspiracionista a la perfección. Su esposa era bella, a pesar de la edad madura que había alcanzado, pero posiblemente podría ser mejor. Suficiente nunca es suficiente.

Jeon Jungkook estaba apegado a esas reglas absurdas, nunca le gustaron. Él era solo un niño que debía vivir con pocas preocupaciones. 

«Jungkook ocupó el segundo lugar en reconocimiento académico.»

«Sí, pero no es el primero.»

«Jungkook ganó una competencia de atletismo.»

«No le sirve para la vida.»

«Tiene usted un hijo muy guapo.»

«Diría normal.»

Un día, que llegó demasiado temprano de la escuela, vio la imagen de su madre llorando mientras sacudía las figuras de porcelana. No sabía si su padre intentaba ser humilde, o si realmente no le complacía su vida. Pero no logró ver la vulnerabilidad de una mujer que llora sola, ni el cuidado de un hijo que tenía que aprender cómo cuidarse. 

Nos miramos como hemos sido mirados. Nos cuidamos como hemos sido cuidados. Jungkook nunca se sintió cuidado.

°

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Luego de ese efímero sueño, recordó un poco de su yo de niño. Se apresuró a verse al espejo y se comparó.

¿Qué lo diferenciaba del niño de ocho años?

Era más adulto. Tenía un lugar propio lejos de la casa de los tiranos... Un adulto con los mismos problemas de niño. 

«Jungkook-ssi, ojalá lograrás ver la gratitud de otras personas.Tal vez verías un poco de lo valioso de tu trabajo.»

Quería verlo, de verdad quería, pero era muy arrogante de su parte. Era demasiado bueno para ser verdad. Anhelaba un día verse de la misma manera como ve a Jieun o como ve al ser de luz.

PRISMA DE NEWTON Donde viven las historias. Descúbrelo ahora