Julián Álvarez

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—¿Estás mejor?—Pregunté con la preocupación en la garganta. Mis manos pasearon por su espalda desnuda una vez más, sintiendo sus músculos relajarse bajo mi tacto.—¿Bebé?

Me incliné hacia adelante buscando señal de vida en mi novio, encontrandolo dormido.

—Uy... Menos mal que ya tenés el pijama.—Suspiré.—Lo que me iba a costar cambiarte.

Los labios de Julián están entreabiertos, soltando leves ronquidos, y sus grandes ojitos cerrados. Está boca abajo en nuestra cama, totalmente relajado.

Él había llegado al departamento molesto. Desde que vivimos en Inglaterra mayormente es su humor habitual, ya que en su club hay ciertos compañeros con los que no tiene una buena convivencia y por lo tanto, le cuesta muchísimo entrenar. Es introvertido y ahora que tuvo que dejar de lado su lenguaje nativo, lo es mucho más. Tengo entendido que se estresa intentando mantener una conversación básica.

Pero hoy fue especial. Ingresó al cuarto tirando su bolso en algún rincón, haciendo volar sus botines y metiendose a bañar sin emitir palabra. Trato de no joderlo cuando se pone así, asi que me mantuve al margen y le dejé la habitación vacía para cuando su ducha termine, él se encierre, como siempre.

No habría sido distinto si él se acostaba a dormir sin despedirse.
No obstante, apareció de pie frente al sofá de la sala, pidiendo que lo acompañe a acostarse.

Debido a la inusual situación, no dudé en seguirlo hasta la cama, atreviendome a ofrecerle unos masajes. Julián me agradeció, se puso romántico (piqueandome reiteradas veces antes de echarnos en el colchón) y aceptó con una de sus tiernas sonrisas.
Se quitó la remera, acomodandose y permitiendo que me siente sobre su culo para refregarle la espalda.

—La puta madre...—Hablé, terminando de taparlo correctamente con las sábanas. La ciudad es fría por la noche.—Otro día más sin ponerla.

Suspiré entre quejidos, tirandome a su lado y abrazandolo, lista para soñar.

Mi problema más grande desde que llegamos es que estoy en completa abstintencia. La única oportunidad para vernos es en el almuerzo y en la cena. Julián siempre viene muy tarde y cansado. Yo trabajo de mañana a mediodía. No hay muchas oportunidades de convivir como pareja. Al principio creí que era cuestión de tiempo hasta organizar nuestros horarios, claramente muy diferentes a los que manejamos en Argentina. Sin embargo, ya pasaron 5 meses y nada cambió.

Dejé caer mis párpados, entregandome al sueño que repentinamente me invadió. Sobrepensar es algo que detesto y no puedo dejar de hacer.

[...]

Abrí apenas mis ojos, sintiendo los rayos del sol pegarme de frente y una extraña sensación húmeda en mi cuello.

—Buenos días.—La dulce voz de Julián me aturdió. Sonreí y terminé de despertarme, asustandome por tenerlo encima con una enorme sonrisa.—¿Qué tal durmió la reina de la casa?

—Biee- Uhm...—Respondí, jadeando ante los besos que descienden por mis clavículas.—¿Que hacés?

Él dejó de ejercer su trabajo en mi piel, enderezandose con ayuda de sus brazos a cada lado de mi cabeza. Miró mis ojos, sus pupilas se dilataron al instante. Entrelacé mis dedos detrás de su nuca, soltando una risa adormilada.

—Masajes.—Aclaró. Se hizo espacios entre mis piernas con ayuda de sus rodillas apoyadas sobre el colchón. De repente fue como si quisiera asfixiarme con su fornido cuerpo, cubriendome por completo.—¿Queré' que te devuelva el favor?

Me quedé en silencio, observandolo. Los amarillos rayos de luz se filtran por la cortina de la ventana, su piel blanca brilla y no puedo pensar en nada más que él.

LA SCALONETA | One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora