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—¿Sabes que me encantan los científicos? —Le había dicho con un tono de voz astuto.

La misma mirada que tenía portada en su rostro, de hecho.

La persona se encontraba dándole la espalda a Dazai. Había detenido toda acción que había estado haciendo, pensando que se encontraba solo. 

Fue hilarante darse cuenta de ese error.

Ni siquiera pudo darse la vuelta. Se había quedado paralizado, completamente. Aquella maleta con espacios en la espuma de pluck, cuya jeringa pertenecía en uno de esos espacios.

El otro espacio ya llevaba una botella redonda y con boquilla alta, conteniendo un líquido no tan licuado como parecía.

Escuchó un sonido de recarga de un arma.

—Sabes que todo eso puede ser perfectamente enjuiciable... —Había dicho en una voz llena de diversión. El hombre sabía que Dazai estaba sonriendo—, ¿no?

—T-t-tú...

Dazai había esperado. Esperó a que terminara la frase.

Frase que se rehusaba a salir de los labios de aquel hombre.

—¿Te ayudo con eso? —Le dijo Dazai luego—. Oh, el maletín se ve pesado también.

El hombre se dio vuelta lentamente, frente a Dazai y frente a la mayoría de árboles a sus alrededores. Casi había llegado al túnel donde pasaban los rieles de trenes, casi había podido salir de ahí sin ningún problema.

El hombre solamente se preguntaba: ¿cómo es que ese castaño se dio cuenta?

¿Suerte, tal vez? Aunque aquel hombre no crea en ella.

—¿Quién eres? —Le pregunto en un hilo de voz el hombre. En sus ojos había miedo, en sus labios se detonaba el terror, y su cuerpo era presa del pánico. Dazai solamente apuntaba con su arma, casi un tanto aburrido del asunto.

—Dejemos esas preguntas para luego, te aseguro que no es importante quién soy —Le dijo Dazai, con una expresión inquisitiva.

El hombre traga duro, aferrándose a aquel maletín luego de que sus manos temblorosas por fin pudieran guardar aquella jeringa. Había sido recién usada, se veía porque dentro del cilindro, lugar donde contiene toda cosa inyectable, se encontraba manchado del mismo color que aquel líquido del recipiente redondo. 

O sea que ya se la inyectó a alguien. ¿Cuándo sucedió? Dazai no sabría decirlo.

Pero ¿a quién se la inyectó? Eso sí que lo sabía.

—Era para el niño, ¿no es así? —Le dijo, rompiendo el tenso silencio—. Era para James Matthew Barrie.

El señor había quedado completamente absorto en la desesperación luego de eso.

—¿Cómo...? —Preguntó con voz quedada, con varios segundos pasando en silencio. El caballero no se daba cuenta—. ¡¿Cómo supiste eso?! ¡¿Ese mocoso te lo contó?! ¡Sería imposible si ese fuera el caso...!

Dazai colocó su dedo índice sobre sus labios, cerrando sus ojos un momento.

—Alguien te puede oír, Ronald.

El señor soltó un suspiro cortado.

Cada vez, se hundía más en la desesperación.

Temblaba, tanto que a Dazai le daba cierta gracia. Aquel hombre había sido pillado con las manos en la masa, y a pesar de no haberlo previsto, se encontraba haciendo toda una función que a Dazai le daría risa contarle a Rampo después.

Orfanato en adopción - BSDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora