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—Ay, este niño... —Habló Yosano agachada, dejando ir a Fukuzawa con su mal genio a correr por la agencia luego de eso.

—¿Qué sucede, Yosano-san? —Pregunta Rampo luego de verla con una expresión cansina en su rostro. Rampo había ingresado a aquellaa oficina luego de ir por un paquete de dulces en la oficina del presidente, aprovechando la situación—. Te veo con problemas.

—Es solo que... —Mira a Fukuzawa, quien seguía jugando de malhumor con su katana de papel—. Ahora no quiere hacer caso. Le digo que no debe dejar la agencia, pero él quiere salir a donde sea.

Rampo volteó a Fukuzawa, quien al mirarlo con esos ojos azules, pareció formar un puchero y siguió jugando, ignorándolo. El detective volteó a Yosano entonces.

—¿Por qué no pruebas darle una recompensa a cambio?

—No quiere que le cocine su postre favorito.

—Dale algo que quiera —Le aconseja, sentándose en el escritorio y posando sus pies sobre la mesa, sacudiendo la bolsa con comida chatarra—. Si no quiere un postre, pregúntale qué quiere.

—Quiere ir al parque, Rampo-san —Le responde con una expresión triste—. Pero si afuera sigue el culpable, entonces no hay forma de que lo lleve allá.

—Presidente Fukuzawa —Llama Rampo, viendo cómo este se gira al instante—. ¿Quieres ir al parque, no es así?

Fukuzawa asiente al instante, con una mirada seria—. Pero ella no me deja.

—¿Por qué quieres ir? —Le pregunta entonces, concentrado en comer un nuevo dulce que sacó de su bolsa.

Pareció dudar un poco, mas duró la nada misma. Había alzado una katana de papel, con una mirada determinada.

—¿Qué te parece esto? Hoy día no vamos al parque, pero juegas en la terraza que tenemos aquí en la agencia —Le dice, esperando respuesta.

Fukuzawa pareció pensarlo. Terraza = jugar afuera, ¿no es así? El albino asiente, luego de meditar, y corre escaleras arriba con rapidez y entusiasmo. Yosano voltea sorprendida hacia el oji-verde, quien sigue masticando con tranquilidad.

—No se me había ocurrido la terraza —Le sinceró con ojos grandes—. Gracias, Rampo-san.

—Con los niños es exactamente como hay que tratar con adultos —Le dice a Yosano, buscando en la bolsa ya vacía algún dulce más. Se preocupa cuando no encuentra—. La negociación también es fundamental porque les haces saber que sí los entiendes.

Dicho eso, se fue a la oficina de su mayor por más dulces.

Yosano quedó atónita.

Y Atsushi, que estaba llevando una pila de papeles sobre sus brazos, también.

Negociar también con niños...

Esa misma noche...

—¿En serio... es por aquí?

Atsushi y Akutagawa se encontraban en un estacionamiento abandonado, el mismo en el que la Port Mafia encontró a su jefe días atrás. Sus pasos resonaban junto al viento del exterior que azotaba fuertemente lo que quedó de la estructura. Lo oscuro del edificio, siendo el piso subterráneo de unos seis aproximadamente -descontando ese-, junto a la posible soledad de la noche allá afuera, le daban un aspecto tétrico, además de que ocultaba bastante bien lo que este podría esconder a los ojos de una persona normal, a pesar de que esté en las ruinas.

Ambos finalmente detienen su andar, quedando a mitad de la planta, lugar donde la luz natural de la luna no alcanzaba a alumbrar un mísero centímetro. ¿La razón? A un par de metros, se encontraba la silueta sombría de alguien sentado y apoyado en una de las paredes a las esquinas. No se había asustado, lo contrario, había parecido levemente confundido ante la presencia ajena.

Orfanato en adopción - BSDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora