Capítulo XXIIX

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Sentía un presencia delante de mis ojos, alguien acababa de llegar, y por alguna extraña razón, no podía abrir los ojos.

-Katie- escuché la voz gruñona de la persona que se acercaba-Despierta-

Traté de abrir los ojos lentamente para no subirme por las nubes y terminar con la persona que exigía que despertara.

-¿Qué haces aquí?- cuestiono molesta.

-¿Que qué hago aquí?- repitió sarcastico-Levanta ahora mismo, nos vamos-

Mi padre, el único al que no quería ver, mucho menos encontrarme en el cementerio. Sigo creyendo que me trata como un simple objeto para conseguir sus objetivos, incluso deseos, mas está dispuesto a hacer todo lo que se le plazca.

-Suéltame- gruñí, justo cuando intentó jalar de mi brazo.

-¡Es un puto cementerio! Levanta tu jodido trasero de ahí- vociferó entre gruñidos.

Le devolví la mirada gélida y negué decidida con la cabeza.

Aquello hizo que mi padre se mosqueara más, no obstante, no moví ni un dedo.

Su mirada se desvió rápidamente a la lápida de mis espaldas. Leyó lentamente y dejo escapar un suspiro exhausto. Tan solo quería pasar la noche aquí porque vi un licántropo cerca, aunque no iba a decirle esa parte de la historia.

-Ya basta, deja de comportarte como una niñata- tomó mi camiseta negra por el cuello y lo jaló hacia él.

-No, me, toques- amenacé.

De repente, ambos nos percatamos de unas pisadas a nuestras espaldas. Mi corazón se aceleró como respuesta, y no pude evitar pensar que debía ser el mismo lobo de antes.

Mi padre ojeó rápidamente a mis espaldas algo sorprendido, y luego, volvió a mirar mis ojos algo aterrorizado.

-Katie...vámonos- susurró mi padre forzando su voz al hablar.

-He dicho que no-

No me importaban las cientos de veces que podría negarme al alejarme del cementerio, para así, asegurarme que mi abuela siga debajo de la tierra, aunque a mi padre, parecía molestarle.

Volteé mi cabeza algo incómoda cuando escuché un gruñido ronco a un par de metros, y aquello, heló mi piel.

-¡Joder, levántate!- fui sacudida por las manos de mi padre, casi dejándome sin crisma por el golpe que recibí de la lápida en la nuca.

Seguidamente, cuando estuve a punto de levantarme, el lobo a nuestras espaldas dejó oír un gran aullido que retumbó por todo el lugar como alma descontrolada. Aquel lobo era mucho más grande, más terrorífico que el anterior blanco. No dudó en salir de las sombras del bosque a gran velocidad, y así, fundirse con la niebla para acercarse.

-¡Imbécil, levanta!- gritó mi padre arrugándo su ceño como nunca antes.

Cuando volví a negar con la cabeza, me encogí sobre mi misma para no ser tomada por sus brazos que estaban dispuestos a jalarme para sacarme de ahí consigo, sin embargo, recibí una gran bofetada en todo la mejilla, casi dejándome aturdida.

Fue tan ruda que no pude respirar por un instante, mientras mi padre gritaba desesperadamente.

A nuestras espaldas, el animal no se demoró más y terminó acercándose como una estrella fugaz, seguido de una ráfaga de aire, mas gruñidos que amenazaban nuestra presencia. Con ello, mi padre salió corriendo, tropezando con alguna que otra lápida, cayendo más de una vez al suelo mientras se alejaba mirándome y a la bestia que se acercaba. Mi corazón se aceleró por ello, aunque no moví ni un dedo.

Pacto hostil [ESCRIBIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora