Relatos cortos

1-El oxido humano y la luna

En una tierra lejana habitaban animales con rasgos humanos capaces de hacer cualquier cosa como uno más. Los más respetados eran los ancianos místicos, en su mayoría sacerdotes aunque también había intelectuales. 

Su mayor dirigente era el Gran Loxodón (jefe de todos) y se llamaba Randy Gallegos . Nadie le superaba en conocimiento, inteligencia, sabiduría y habilidad. Sus hazañas se contaban por miles, en todas partes le conocían. 

Su fama empezó cuando él a penas tenía 30 años, nacido en el seno de una familia muy humilde con 28 años fue nombrado Místico perteneciente al consejo de los doce. Llego sin apenas formación y en dos años superó hasta a los más sabios. Esto le trajo problemas que muchas veces acababan en batallas a muerte, otras no. 

1º persona: 

A penas había cumplido los 25 y me nombraron Místico, estaba en el consejo de los doce. Desde entonces siempre tuve que llevar la túnica con borde rojo y acabado en dorado, la prenda con la que el pueblo sabía quien eras. 

Desperté recelos en mis compañeros desde que entre por la puerta del gran salón y me senté en la alta silla de madera de roble. Poco a poco, uno a uno mis compañeros se levantaron contra mi, fueron ocho de los doce, cada uno me reto con lo que quiso y ninguno quedo invicto, el ganador sin quererlo era yo. Desde que me lo proponían sentía como mi mente se ponía en funcionamiento, analizaba al rival y creaba en mi mente una estrategia que luego mi cuerpo, recibiendo ordenes de mi celebro, las ejecutaba en batalla sin ninguna dificultad.

Cada escaño vacante fue ocupado por candidato tan dispuestos como los anteriores a buscar pelea por lo que ellos consideraban una injusticia, todos  buscaban una cosa: ser Loxodón. Más tarde ascendí Gran Loxodón y las peleas de nuevo empezaron, todos querían quitarme mi puesto.

Llegue a Gran Loxodón batallas tras batalla sin más apoyo que mi arco y mis flechas marcadas con el oxido del hierro humano y sin siquiera acercarme a la luna.