154-Richard

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Desde hace tiempo Richard tiene ganas de saber porque le comparan con Stephen Hokins en su manera de actuar y en su pasión por los números. 

El día anterior a su dieciochoavo cumpleaños se despertó y no había nadie en casa. Desayuno tranquilamente y luego subió unas escaleras de madera viejas que crujían a cada paso que daba. Unas escaleras ocultas por una puerta que permanecía siempre cerrada. 

Cuando las descubrió y pregunto porque siempre estaba echada la llave, simplemente le contestaron que contenía objetos y recuerdos dolorosos. 

Y cuando preguntaba porque ahora estaba abierta le respondían que ya era lo suficientemente mayor para conocer, para entender lo que había en el desván. 

Cuando ya subió por fin las escaleras y asomo la cabeza para observarlo con detenimiento se asombro. No era ni un poco parecido al típico desván polvoriento y con apenas luz abarrotado de cosas que muchas veces se había imaginado. Aquello no parecía un desván, era amplio, luminosos y estaba dividido en dos estancias. 

En la más lejana y con el ventanal iluminando se podía ver un cuarto en toda regla montado, una gran mesa de estudio, un armario, una gran lampara y una cama grande, casi de matrimonio que estaba llena de almohadas. En la que tiene más cercana, iluminada por un ojo de buey podía distinguir un perchero con carteras que habían pertenecido a sus antepasados, en perfecto estado. Y al rededor montones de cajas, unas sobre otras además de un baúl de madera. 

No había objetos fueras de las cojas por lo que su única opción era abrir las cajas una por una, mirar su contenido y relacionar todo aquello con su tatatarabuelo, Stephen Hokins. Se puso manos a la obra, se paso tantas horas mirando cosas que contenían las cajas que no se dió cuenta de que había oscurecido ni de que sus padres le miraban con un brillo extraño de emoción en sus ojos. 


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