Capítulo 4

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No sé qué hice mal. Después de llegar a casa y escuchar la bronca de mi madre (que no era poca), me fui a dormir ya que estaba cansada. Lo que no me esperaba era que en toda la semana, Ethan me fuese ignorar completamente. No me miraba, no me esperaba para salir con él y ya ni nos sentábamos juntos en el autobús. No se que pasó. Le mandé miles de mensajes preguntándole que si había hecho algo, si podíamos hablar, aunque lo único que me llegaba de él era su visto. Su maldito visto. 

Una semana después, decidí que era hora de preguntarle qué demonios le pasaba. Después de la clase con David (que por cierto, nos ha avisado que dentro de poco tendremos los exámenes prácticos de las dos partituras), nos tocaba la hora del almuerzo. Así que aproveche. Como era de suponer, no me esperó, es decir, hora de correr.

Después de correr un par de minutos lo encontré apoyado en un árbol. Me acerqué a grandes zancadas.

-¿Qué te pasa conmigo, Ethan?-Pregunté confusa.

-No me pasa nada-Dijo serio.

-¿Ah, sí? No me miras, no me esperas y ya ni nos sentamos juntos.

-¿Por qué tendría que hacerlo?

-No me vengas otra vez con esto, Ethan, me enseñaste esta playa cuando no se la enseñas a nadie.

-¿Quién dijo que no te mentí? No eres tan importante.

Mientras decía eso, vi como sacaba algo de sus bolsillos, para ya encenderlo y ponerlo en la boca.

-¿Fumas?-Pregunté interesada.

-Si. ¿No lo ves?

-No se puedo fumar aquí.

-¿Crees que me importa?

-Daña los pulmones.

-Vale.

-Puede crear una infección en los pulmo-...

-¡Vale, Hazel!-Dijo desesperado.

-¿Por qué me hablas así? Que mierda te hice.

Se quedó en silencio, mientras me miraba fijamente. Cuando iba abrir la boca para contestar, el timbre sonó indicando que volviéramos a nuestras respectivas clases. Me dedicó una última mirada y se marchó mientras pisaba el cigarrillo con la suela del zapato. La verdad, no le di importancia a que fumase. Al fin al cabo, la mayoría de los estudiantes ya habían fumado por lo menos una vez (yo no, obviamente). Lo que me fastidiaba era que lo hiciese el. Siempre me he preguntado cómo se siente cuando el humo se adentra en tus pulmones, cómo se siente esa sensación placentera que tanto dicen. Mi madre fumaba, antes. Todo empezó cuando mi padre nos abandonó, yo recién había nacido y mi madre no sabía cómo afrontar la situación. Llegó a fumarse toda la caja en un día, era un descontrol. Pero un día todo cambió y me alegro de ello. 

Me adentre a clase para ya allí escuchar a la mejor profesora de toda la escuela que daba la mejor asignatura, solfeo (notese el sarcasmo). Al terminar la clase, recogí mis cosas y me despedí de la profesora. Rápidamente, sin esperar al chico de ojos azabache, entré en el autobús. Lo que no me esperaba es que se sentase conmigo.

-Hola, ¿puedo sentarme aquí?. No hay más sitios-Dijo serio.

-Claro.

No volvimos a dirigirnos la palabra, se notaba que estaba tenso ya que se frotaba las manos y se mordía los labios continuamente. No me agradaba que estuviese así por mi, por lo que yo le provocaba. Pero es que tampoco sabía que había hecho y tampoco me lo explicaba.

-Adiós-Dijo cuando era su parada.

-Adiós-Contesté irritada.

Estaba cansada, no se si por el esfuerzo que le estaba dando a las materias o por Ethan. O por los dos, quizás. Al llegar a casa me tumbé en el sofá diciéndole a mi madre que no me apetecía comer, que estaba cansada. Ella lo entendió y al poco rato se fue al trabajo. Me quedé mirando fijamente al lugar que habitaba. Sin mi madre todo estaba en completamente en silencio. Estaba sola, así que decidí encargar una pizza, era hora de mis maratones de Crepúsculo y Harry Potter. Mientras esperaba me puse música, obviamente, de rock. Unos 10 minutos después alguien timbro. Me acerqué a la puerta y la abrí pensando que era el repartidor de pizzas.

Ethan.

-Que demonios...-Dije sorprendida-.¿Eres repartidor de pizzas?

-Emm.... ¿no?-Dijo con una sonrisa burlona aunque sus ojos expresaban tristeza.

-Pasa-Dije invitándole a entrar.

Pues no veré mi maratón de Crepúsculo, al parecer.

-¿A qué se debe esta visita?-Pregunté extrañada.

-A ver... sé que estos días han sido raros, para ti y para mi. Es que...quería pedirte disculpas. Tú no tienes la culpa de nada-Dijo suspirando.

-Pensé que te habías arrepentido de llevarme a aquel lugar...

-Nunca me arrepentiré de ello-Dijo sonriendo.

-Oh, el chico malo se está abriendo con las personas-Dije haciendo un puchero.

Hizo mohín. De repente, volvieron a timbrar pero esta vez con la pizza que encargué.

-¿Te gusta Crepúsculo?-Pregunté.

-No, ¿quién demonios le gusta eso?-Dijo horrorizado.

-A mi, pero no te lo tendré en cuenta. ¿Y Harry Potter?

-Claro, es Harry Potter.

Sonreí y puse la primer película.

-¿Tu madre me deja estar aquí? No quiero que piense cosas raras.

-Ahora le avisó-Dije.

Después de un par de minutos que empezase la película, cogí una manta y me acurruqué en el sofá.

-¿Cuando me explicaras porque estabas mal?

-Otro día, te lo prometo. Por cierto, ¿puedo comer también pizza?.

-Claro, no voy a poder terminarla yo sola.

Y así nos pasamos toda la tarde, haciendo un maratón entero de Harry Potter mientras comíamos pizza y reíamos ya que nos sabíamos todas las frases. Hasta llegó mi madre y se pusó a verla con nosotros, sin sacarme esas miraditas tan molestas. Parecía que a mi madre le caía estupendamente, porque siempre le ofrecía galletas, ir al cine los tres y demás cosas. Mi madre tan agradable (ni a mi me ofrece esas cosas).

Fue una tarde agradable con la compañía del chico malo.

Y deseaba que se repitiese otra vez.


Mi primer amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora