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- "Ese pensé"

Fue lo último que dijo. De su conversación con Minos ya habían pasado 2 días, en los cuáles Albafica se había recluido en su templo perdido en todo ese amargo sabor de boca que le dejo su conversación con el espectro. Odiaba barle la razón que tenía un punto. Lejos de ser un caballero también era una persona con sentimientos. Aceptarlo no era decepcionar ni a su maestro ni Athena, porque era humano. Por más que desee estar cerca de la perfección que los dioses buscaban eso no sería posible. Ni los dioses eran perfectos en sí.

De Minos no había hablado mucho desde aquel momento, este parecía haberse quedado cerca de Hasgard, siendo junto a Manigoldo uno de los más sociables en la orden de Athena y parecía que era  uno de los pocos con los que Minos podía conversar sin terminar en una rara pelea o tensión incomoda como si pasada con Manigoldo, él y hasta donde fue capaz de percatarse, Regulus.

Hasgard parecía tenerle paciencia hasta un tornado de caos si podía medio fraternizar con él, tampoco tenía problemas en reprender a Minos, aunque la cantidad de veces que estuvieron en esas situaciones no habían sido muchas. Minos cumplía en decir que sabía lo que le convenía.

Volviendo a Albafica se mantuvo organizando sus flores casi como si fuera un Anti estrés hecho para organizar sus pensamientos de manera egectiva. Ya lo difícil que fue aceptar que Minos tenía razones en sus palabras paso, por más raro que parezca esto parecía calmarlo lo suficiente para pasar por alta la existencia de ese perro para concéntrarse en sí mismo.

Ahora tenía que reconsiderar sus decisiones a futuro y aceptarlas. Tenía formas de controlarla no obstante eso no quitaba que su sangre sería un peligro de todos los días. Podía controlarla pero no de forma fácil, sería el equivalente a cuidar su salud de forma exagerada, rozando lo enfermizo.

De haber muerto en su pelea la técnica de la sangre envenenada de Piscis se hubiera perdido para siempre; eso no significaba que se perdiera la oportunidad de más santos de piscis a futuro si estaba en lo correcto. Ahora. Hacerlo casi por capricho propio era un tema diferente.

Eran muchas cosas que tenía que considerar si quería elegir otro camino, pero aún tenía mucho tiempo para pensarlo y por lo menos, ya se sentía más cómodo con la cuestión.

Pasado el rostro, un pequeño sonido lo alertó, seguida de la voz de un pequeño patán que conocía bien.

- Manigoldo, que raro verte por acá. - Sin soltar las flores en su mano le hizo una señal para ofrecerle un haciento.

- No seas pesimista que seguimos siendo amigos. - Sentándose en el lugar que le ofreció, musitó. Adoptando una postura muy relajada. - Pensé que te había pasado para no verte en días fuera de tu templo.

- Solo estoy pensando. Además, no sé que te sorprende si desde antes era así.

- Me sorprende por todo el caos que viene haciendo Minos sobre ti desde hace días. Todos nos vimos cuenta que lo tienes bien loquito. - Por debajo de la mesa Albafica lo pateó. Quitándole todas las ganas de hacer alguna broma o insinuación mucho más pesada. - Auch. Y eso que no he dicho algo peor.

- Y más te vale no hacerlo. Sobre Minos y yo, la verdad no tengo nada que decir. Entre los 2 no pasa nada, más haya de una conversación que me dejó pensando estos últimos días. Algo muy personal a decir verdad.

- Así de fuerte debió ser. ¿Puede tratar de adivinar? - Un poco inseguro Albafica solo termino haciendole el permiso para que hiciera el intento. Manigoldo era un hombre suspicaz en varios aspectos, siendo el más destacado el romántico-afectivo, a ver qué tanta suerte tenía, y que tanto lo conocía para serlo con sus problemas personales. - Solo se me ocurre que sea por tu sangre. Es de lo más que haz hablado con alguien.

Otro camino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora