Despierto pasadas las diez de la mañana. Mi turno es el de las doce y sé que no he descansado tanto como desearía. Obligo a mi cuerpo a levantarse y moverse hasta la cafetera. Ventajas de trabajar en Starbucks es que tengo k-cups de diversos sabores que nos dejan más baratos. Dejo una de moca y tomo la primera taza, bebiéndola raudamente. Dejo preparándose una segunda taza entre voy al baño para una merecida ducha. Lentamente el agua caliente y el café van despejando el sueño. Termino mi baño y me pongo unos jeans, botas altas negras y una blusa color cardenal de manga larga. Saco mi abrigo, unos guantes grises, con una bufanda del mismo color que mi blusa; dejo todo sobre el sofá para tenerlo a la mano al salir.
Me hago un desayuno simple: un bagel con queso crema, un vaso de yogurt con la segunda taza de café. Estoy terminando de empacar en mi mochila el uniforme de la tienda de café. Me cambio al llegar allá, así que al salir tengo ya la ropa para la calle. La puerta se abre y veo a Amber entrar con la misma ropa de la noche anterior.
—Uy, una noche movida, ¿no? —levanto la taza hacia ella mientras muevo las cejas.
—No hables.
Me quita la taza de las manos y da un enorme trago, terminando el contenido.
— ¿Qué pasó?
—Me desperté y la estúpida de Priya se había ido. Llegamos a la casa a las seis de la mañana, claramente a las diez no estaría fuera. Me evita la imbécil —vocifera, molesta, tirando los tacones a un lado y su abrigo sobre el sillón; va hacia la cafetera para preparar más —. Estoy cansada de sus ambivalencias. ¿Sabes qué?, la demandaré —rio ante su comentario, pero sigo escuchando —. Estoy en uno de los mejores bufetes de la ciudad, ¿qué digo ciudad? Del país. Si quiero la demando y que se joda.
—O no te acuestas más con ella y sigues tu vida. —le doy la mejor solución.
—Pero ella es tan... frustrante.
—Creo que debes hablar con ella. No en un club nocturno, ni luego de tu décima segunda copa. Las dos sobrias pongan las cartas sobre la mesa.
—Ya —la veo jugar con sus dedos y cambiar su peso de un pie a otro —. Pero puede que entonces no la vuelva a ver.
—Entonces, Amber, eres masoquista. —declaro sin temor.
—Gracias, amiga.
— ¿Para qué estamos, si no es para dar excelentes consejos? —me acerco y beso su mejilla —Escucha, Amber, quiero a Priya y sé que tú también la quieres, pero no dejes que te lastime, nadie vale tanto para que te autodestruyas. Si no te valora es mejor buscar a alguien más.
Ella suspira y asiente.
—Sí, supongo —contesta, decaída —. Iré a dormir.
—Descansa, yo iré a trabajar.
Mientras camino hasta la parada de autobuses no sé si tomar uno o ir en taxi, ya es tarde y el autobús siempre es más lento por las paradas. Aún estoy decidiendo cuando mi celular comienza a sonar.
—Hoja, Joss. —digo al ver la identificación de mi "representante".
Hace dos años este chico se acercó a mí después de una de mis mejores obras hasta ese momento, había estado por dos semanas y me había ido muy bien. Él me dijo que estaba iniciando como representante y buscaba clientes, solo me cobraría si me conseguía un empleo. No me pareció del todo mal y nos dimos una oportunidad. Desde que estoy con él he tenido más obras de las que conseguía yo sola, también varios comerciales.
—Tengo buenas noticias —me dice con un tono alegre —. Tengo un casting para ti y... —deja una parte en suspenso.
El autobús llega, así que decido subir. Ya voy tarde y no habrá mucha diferencia. Ocupo uno de los pocos asientos disponibles y sigo la conversación.
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A Christmas Gift
RomanceSkylar Mathews es una chica de Kansas que ha llegado a New York persiguiendo sus sueños de ser actriz. Un leve accidente la pone en el camino de la persona correcto, aunque ella se niega a dar su corazón. Las circunstancias en la época navideña la...