Capítulo 109

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Porcelana¹

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Es una isla aislada, pero menos mal que hay muchos cocoteros.

Los cachorros treparon y recogieron muchos cocos. Cuando tenían sed, bebían agua de los cocos, y cuando tenían hambre, rompían las cáscaras y comían la carne de los cocos de su interior, así pasaron los dos primeros días en paz.

Luego, por capricho, tostaban las cáscaras de coco al fuego, lo que daba como resultado un montón de coco seco rallado.

Er zai fue al este de la isla, tomó el gel pegajoso de unos árboles especiales, lo mezcló con fibra de coco y fabricó el material "palma de coco".

Sosteniendo el material negro en su mano, dijo con sorpresa: "¡Esto es lo suficientemente fuerte como para usarlo para hacer ropa!"

Los otros tres se miraron y vieron la alegría y el alivio en sus ojos.

Llevaban tres días corriendo desnudos, y aunque había muchas posibilidades de que alguien les viera, seguía siendo una vergüenza estar desnudos...

Los tres miraron expectantes a Er zai, esperando que pudiera hacer ropa.

Pero él se limitó a negar suavemente con la cabeza: "El material no es suficiente, necesitamos aguja e hilo."

Las agujas y el hilo suelen ser fáciles de conseguir, pero ésta es una isla desierta, así que es imposible tener una caja de agujas e hilo. Así que tuvieron que buscar una alternativa.

Si zai pensó un momento y dijo seriamente: "Lo de la aguja, puedo arreglarlo."

Fue deliberadamente al mar y pescó dos peces, les sacó las espinas más finas y las molió hasta convertirlas en agujas. Aunque eran ásperas y quebradizas, y se rompían con facilidad al cabo de un tiempo, seguían siendo suficientes para coser ropa.

Er zai: "Así que ahora es sólo una cuestión de encontrar el límite."

Dicho esto, los cachorros estaban teniendo problemas con esto.

Da zai había intentado sustituirlo por el tallo de una enredadera, o algo enjuto, pero nada funcionaba muy bien. Si zai escarbaba por la isla todos los días, intentando encontrar un trozo de cuerda o algo parecido, pero por desgracia siempre se quedaba con las manos vacías.

Mientras se frustraban e incluso empezaban a pensar en rendirse, de repente San zai encontró "cáñamo blanco".

Con esta planta se podía torcer el hilo, retorcerlo finamente a mano y enhebrarlo en una aguja de hueso y utilizarlo para coser ropa.

Por supuesto, San zai no lo reconoció.

También lo descubrió por accidente.

Aquel día hacía tan buen sol que no pudo resistirse a dormir, y temía que sus hermanos hicieran mucho ruido, así que se escabulló solo para encontrar un lugar donde dormir. Cuando se despertó, le daba pereza moverse porque hacía muy buen tiempo, así que se quedó tumbado donde estaba y observó el cielo mientras se frotaba la hierba con las manos.

Como resultado, borró involuntariamente "un hilo".

Una vez dispuestas la aguja y el hilo, Er zai trabajó sin descanso para coser cuatro túnicas para todos.

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