Después de varias horas de vuelo, dejaste tu equipaje en el hotel y decidíste caminar por las calles de Londres. El clima era bastante frío, pues era nada más ni nada menos que invierno. El frío se sentía tanto que te congelaba hasta los huesos. Fue en ese momento en que te arrepentiste de la ropa que habías elegido para ese día: un vestido de invierno color rojo junto con unas medias largas negras y borcegos del mismo color. Por supuesto, llevabas una remera de mangas larga y una polera de lana, pero aún así, pensaste que un pantalón hubiera sido una mejor opción para soportar la temperatura.
Luego de caminar varias cuadras, pensaste que lo mejor era tomar algo caliente para combatir el clima, por lo que entraste a un café muy pintoresco que se encontraba ahí. No lo conocías, pero había sido el primero que encontraste después de varias calles y ya comenzabas a sentir hambre.
A penas abriste la puerta, el aroma a café invadió tus fosas nasales y una sensación de felicidad recorrió por tu cuerpo. Amabas el café.
El lugar era cálido. Se escuchaban voces de gente hablando pero en un tono bastante tranquilo y además, una sutil música de ascensor sonaba de fondo. Se sentía acogedor.Elegiste una mesa pequeña, ya que estarías sola. Miraste durante unos minutos el menú del lugar, debatiendo si tomarías café como siempre o si finalmente elegirías algo distinto como un chocolate caliente o té. Claramente elegiste la primera opción, junto con una torta de chocolate que se veía muy tentadora en la foto del menú.
Después de unos minutos, una chica muy joven trajo muy amablemente tu pedido. Le agradeciste y decidiste empezar a comer la torta, ya que te había tentado tanto que tu estómago empezó a gruñir por el hambre. Te habías salteado el almuerzo por estar viajando al hotel, por lo que ansiabas alimentarte. A penas probaste tu café, tu cara cambió por completo. Una mueca de disgusto se hizo presente. Estaba frío, ni siquiera lo habían calentado ni un poco. Te levantaste de tu mesa y fuiste hacia el mostrador para reclamar tu pedido.
-Perdón, acabo de recibir mi café y está frio. ¿Podrían calentarlo? -Hablaste con la chica, que se encontraba muy nerviosa al escuchar tus palabras.
-Lo siento, realmente lo siento. Es mi primer día de trabajo y ya estoy haciendo desastre. En breve le llevo su café señorita, me disculpo. -Rápidamente se puso a preparar un nuevo café.
-Está bien, vuelvo a mi mesa mientras.
En cuanto te diste vuelta para caminar en dirección hacia tu mesa, un chico alto que venía distraído chocó con vos y derramó su café caliente sobre tu vestido.
Genial, no llevabas ni un día y ya empezabas a tener mala suerte.
El chico puso cara de espanto y, rojo de la vergüenza, trató de ayudarte.
-Perdón, realmente no te vi. ¿Estás bien? -Preguntó con un bello acento británico.
-Sí, estoy bien, no te preocupes. -Dijiste entre dientes. Tratabas de disimular el ardor que sentías en tus piernas para no hacerlo sentir culpable, ya que se lo veía bastante preocupado y avergonzado por la situación.
-Toma. -Te dio servilletas para poder limpiar el café de tu ropa. Las aceptaste y comenzaste a limpiarlo. Quedó una gran mancha de café en el vestido y podías sentir las piernas algo pegajosas.
-Gracias. -Tratabas de soplar tus piernas para que no quemaran.
En ese momento, vino gente de limpieza para limpiar el piso antes de que alguien se resbalara.
-Me siento terrible por lo que pasó. Arruiné tu ropa. -Dijo y sacó su billetera. -Esto es para que puedas lavar tu ropa en la lavandería. -Extendió su mano y te dio unos billetes. Sonreíste ante su gesto y negaste con la cabeza.