Capítulo 1: Un mal.

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Hola, de nuevo te veo aquí, eso me alegra. Ven, toma asiento.

Bien, ¿Cómo comenzar esto?

Comencemos con lo que soy:

Mi nombre es Park Sunghoon, nací el 8 de diciembre de 1693 en Britania. Una familia sumamente pobre con un padre que salía cada mañana a trabajar para sustentar a sus pequeños hijos, muchos de ellos se fueron conforme los años pasaron, descansando bajo tierra; Park Jongseong era uno de mis hermanos, me acompañaba cada mañana a correr por una colina llena de vegetación, verde, tan verde...

Mi padre falleció años después, mi madre igual. Los únicos que quedamos en pie fuimos nosotros dos.

Para el año de 1712 los dos comenzamos a trabajar en una vieja cantina; mientras Jongseong servía las bebidas, yo me encargaba de limpiar el desastre que los borrachos hacían. Para el año de 1715 ya éramos unos expertos en aquel negocio, ya teníamos una rutina establecida.

En aquellos años, los rumores sobre seres sobrenaturales se esparcían por todos los rincones de la ciudad. Nunca me asustaron esos relatos, nunca creí en ellos, pero uno de ellos fue el que captó mi atención:

Aquella noche de 1713 limpiaba las mesas de la cantina, también echaba a algunos borrachos que se habían quedado dormidos sobre la barra. Cuando de la nada llegó un hombre que se sentó en la barra pidiendo un trago. Ya había anochecido por lo que me acerqué al hombre y lo llame.

- Disculpe, el lugar está cerrado - le dije.

Aquel hombre me miró con frialdad, molesto, dijo:

- El trago no se le niega a nadie, jovencito.

En ese momento Jongseong llegó y se acercó al hombre, repitiendo las mismas palabras que le había dicho, pero una vez más, ese hombre repitió sus palabras. Al pasar los minutos en completo silencio, aquel hombre suspiró y dejó caer un par de monedas en la barra.

- Un solo trago - dijo.

Jongseong le sirvió el trago y tomó las monedas, resignado.

El hombre tomó el trago en tan poco tiempo que no lo pude notar. Dejó el vaso sobre la barra y se levantó de su asiento, en menos de unos minutos salió disparado de la cantina. Nunca me enteré quién era ese hombre, mucho menos por las mañanas en las que visitaba el lugar, repitiendo las mismas palabras y tomando el mismo trago. Una de esas veces miré en la dirección que iba, notando que iba directo al puerto; ese olor tan fuerte no era una suposición. Cada mañana llegaba vestido con la misma capucha de la primera vez, mostrando sus labios y la punta de su nariz.

Una de esas mañanas y sin esperarlo, llegó por la noche y a comparación de las anteriores veces, pidió más tragos de la cuenta.

Mientras repartía los tragos de cada mesa, escuche sobre el avistamiento de una mujer en la zona. Decían que era tan seductora, decían haberla visto pasear por las calles con unas ropas haraposas y unos zapatos totalmente rojos, tan llamativos. Decían que su cuerpo era tan pequeño y delicado, sus curvas se podrían notar a kilómetros al igual que sus pequeños brazos y piernas. Lamentablemente nadie había podido ver su rostro, decían que estaba encapuchada, tapando por completo su rostro. Un hombre decía haberla visto de cerca, pero al acercarse esa mujer había salido corriendo.

No era por ser morboso pero, pensar en una mujer con esa descripción era interesante. Una duda surgió en mi.

El tiempo transcurrió con normalidad, hasta que en el año de 1716 los rumores llegaron a la cantina. Las malas lenguas habían dicho que se había mirado a aquella mujer a lo lejos, en la colina, huyendo de quienes la perseguían. Todos la perdieron de vista cuando saltó al mar, desapareciendo al instante.

Hablaban de un fantasma, de un ente que aún no encontraba la luz que necesitaba mirar.

Aquella noche ese hombre volvió, llevaba la misma capucha, ahora empapada. Dejó todas las monedas que tenía en el bolsillo y pidió una botella completa.

Era víspera de navidad, muchos fueron a casa a pasar su tiempo con amigos y familiares, menos aquel hombre que estaba en un mal estado. Me acerqué, intentando sacarlo del lugar pero antes de hacerlo, levantó su cabeza, mirándome fijamente hasta que comenzó a carcajearse.

- ¿Qué tanto ríe? - le pregunté.

- Muchos hombres miran y tocan a las mujeres por placer, es un premio tenerlas sobre ellos. Pero hay un solo premio que no han conseguido y la mayoría de nefastos están dispuestos a conseguir. Hay una leyenda que habla sobre una mujer cuyos encantos femeninos son envidiables por las demás; sus curvas son tan reconocibles que a kilómetros se mirarían bien, su pequeña espalda mostrando sus hombros descubiertos, sus piernas cubiertas con unas pocas telas y calzando unas zapatillas rojas. Muchos hablan de esa mujer como un gran tesoro, más nadie la ha vuelto a ver en muchos años, nadie se enteró de su nombre o siquiera de sus facciones. Ni siquiera los pocos hombres que aseguraron estar a pocos metros de ella. Es toda una leyenda para las cabezas inquietas que desean tomarla en brazos - dijo.

Después de decir aquello, salió por esa puerta, tambaleándose. La mañana de navidad fue la última vez que se le vio deambulando por aquellas calles. Muchos afirmaban que era un tal Kim, uno famoso en realidad. Decían que él habría sido uno de los clientes más frecuentes en ese bar por años, y que habría tenido a las mejores mujeres, hasta que una noche conoció a la que fue su amor verdadero, quien murió en manos de un borracho ambicioso. Nunca más volvió a tocar a una mujer y trabajó hasta esa mañana en la que desapareció.

Era dueño de un pequeño puesto de arrendados, donde siempre dormía, en la última habitación del piso más alto. Muchos afirman que escucharon más voces que la suya en ese lugar, incluso escucharon el llanto de un recién nacido, también lo escuchaban gritar, quizás era la razón de su voz siempre ronca. La última noche que pasó en ese lugar habría gritado una vez más y habría lanzado algo a la pared.

Muchos quisieron averiguar que guardaba en ese lugar, pero nadie era tan valiente para hacerlo. Creían que un ser maligno se encontraba ahí, un mal para sus familias.

Pero, ¿Realmente era un mal?

[ENHYPEN] Woman bodyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora