Capítulo 8: Festival.

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A lo lejos se hallaba ese sacerdote, hablando con un pueblerino. El panadero. Sabía el motivo, gracias a los cielos que era por la festividad anual. Quizás le hablará sobre la harina para preparar golosinas, para aquellos huérfanos o quizás para venderlos en el mismo día de festividad. No lo sabía.

- Debemos estar atentos a cualquier pedido. Los clientes pedirán más bebida de la acostumbrada en estos tiempos y no debemos desperdiciar la oportunidad. ¿Han entendido? - nos preguntó Jongseong.

- Está totalmente claro, grandulón - se burló Soobin.

- No quiero que haya ninguna pérdida por sus ocurrencias. Sobre todo a ti, Beom - le amenazó.

- No pienso perder ni una gota de vino, Jay. Las resguardaré aquí sin ningún problema - se burló, a la vez que acariciaba su barriga de forma continúa.

Jongseong continuó dando una charla a los nuevos empleados, por el momento.

- ¿Jay? - me preguntó Sun.

- Es un apodo que Beom le asignó en una noche de tragos. No sabemos porque lo hizo, esa noche deliró demasiado - mencioné - de igual manera, a él le da igual sí lo llaman de esa o de mil maneras. Siempre ha mencionado que sea como lo llamenos, atenderá - le informé.

- Pero eso sería grosero - mencionó.

- Lo es pero mientras que a él no le importe, no hay nada que lamentar - aseguré. - Por cierto. ¿Cómo te sientes? - le pregunté - es el primer festival que vivirás en carne propia - mencioné.

Cómo amaba las sonrisas de Sunoo. Adoraba ver esos hoyuelos en sus rechonchas mejillas, sus hermosos ojos achicándose. Quería preguntarme quién era tan mozo cómo él. Nadie más que él.

- Me emociona verlo... Nunca me permití ver por las ventanas y... Papá nunca me permitió verlo, decía que una festividad que permitía a borrachos no era un lugar apropiado para mi débil complejo - dijo.

Aquel hombre que partió al mar aquella madrugada de navidad, nunca me imaginé que fuera el causante de tanto dolor en un ser tan inocente, en un ser tan hermoso y sensible. Era un pequeño que debía ser querido, y ahora mi pequeño que era querido.

- No hay nada que maldecir, Hoon. Ese hombre no tiene perdón pero tampoco rencor - dijo. - Mejor, tratemos de disfrutar de este festival sin ningún recuerdo amargo - propuso.

- Bien, sí eso deseas, así será - le respondí.

Él me dedicó una sonrisa y me guiñó el ojo disimuladamente. Estábamos al aire libre, frente a miles de personas que paseaban en busca de alimento. No había muestras de cariño en absoluto.

Pasadas unas cuantas horas, comenzó a oscurecer y la festividad cobró vida: muchos cantaban y bailaban por las calles, algunos charlaban y otros compraban. Sobre todo, licor.

- Es el quinto barril que se acaba - mencionó Soobin.

- Las ventas han resultado más efectivas de lo que esperábamos - mencionó Sunoo.

- Me sorprende ver a tantas mujeres bebiendo, mayormente son los hombres los que terminan con los primeros barriles - mencioné.

- Bueno, con un bello rostro cómo el mío - alardeó Beomgyu.

Todos comenzaron a reír.

- Por supuesto, las demás han consumido licor pero no por tú "maravilloso" rostro, Beom. Es por el rostro de Sunghoon - aclaró Soobin.

- ¿Qué? - soltó de la nada Sunoo.

- Oh, Sunoo. ¿Me vas a decir que no lo sabías? - preguntó sarcástico. - Sin contar su llamativo rostro, su altura, su cuerpo delgado pero sobre todo, y lo que impresiona a las damas: los brazos que un hombre debe formar al cargar barriles por tantos años. El marcado en ellos, y esas líneas que se remarcan en ellos. Te aseguró que cualquier mujer desfallecerá por Sunghoon - concluyó.

- Cualquier mujer... - murmuró.

- Oh, vamos. ¿Y un pescador no es un gran partido? - preguntó Beomgyu.

- Con esos brazos débiles y un bote a punto de partirse, lo dudo - le respondió Soobin.

Esos dos continuaron charlando por lo que, en un momento propicio, tomé de la mano a Sunoo y lo arrastré conmigo hasta un callejón.

- ¿A dónde me llevas? - me preguntó.

- Sígueme - le pedí.

Él asintió con la cabeza y me siguió hasta un lugar un tanto apartado, un sitio dónde nadie podría encontrarnos para ser juzgados. El techo de un abandonado recinto. A lo lejos aún se escuchaba la música con la cual el pueblo festejaba, por lo que extendí mi mano hacía Sunoo y le dediqué una dulce sonrisa.

- ¿Me concederías está pieza? - le pregunté.

Él no pudo más que sonreír. Un pequeño asentimiento en la cabeza me dio la respuesta. Aceptó mi mano mientras que lo guiaba hacía mí. Lo tomé por la cintura y lo pegué lo más que pude.

- ¿Realmente sabes bailar? - me preguntó.

- Soy uno de los mejores bailarines, muchos pueden decírtelo - le contesté con gracia.

- O muchas - mencionó.

Al principio no comprendí lo que pasaba, pero un pequeño aire me ayudó a comprender.

- Los barriles se fueron por ti, quizás sea mala idea habernos ido del puesto - mencionó.

- ¿No te gusta mi cuerpo? - le pregunté.

- No, no, no - respondió - me gusta y mucho pero... No soy él único - dijo.

- Sun, ¿No te gusta que me miren? - le pregunté.

Se quedó en completó silencio.

- No me gusta la manera en la que te miran... Pero no puedo evitar nada de eso. Es natural: son mujeres en busca de esposo, tú eres un gran candidato para ellas - sentenció.

Negué con la cabeza.

- Sun, no soy ningún pretendiente para nadie más. Tú eres él único en mi vida, eres él único con derecho a reclamar un matrimonio conmigo. Eres él único que puede mirarme lujuriosamente, eres él único que puede tocarme, eres él único que puede besarme. Eres él único que puede estar a mi lado - sentencié. - Qué más da sí las mujeres quieren casarse conmigo, yo sólo me quiero casar contigo, yo sólo quiero hacer una vida contigo, Sun. Yo sólo te amo a ti, sólo te quiero a ti, Sunoo - aclaré. - Sólo eres tú, amor mío.

Juró haber visto esos hermosos orbes totalmente abiertos, iluminados por algo más que la luna. Aquellos ojos transmitían tanto, esos ojos me llenaron por completo.

- Te amo, Sunoo. Por Dios o por cualquier ser mayor, te amo, te amo, te amo, te amo. Te amo con todo mi ser, te amo con toda mi alma, te amo con todo el corazón y eso no va cambiar con nada o con nadie. Eres lo que más quiero en está horrenda vida, eres todo lo que quiero en todas las vidas que vengan, eres todo para mí. - sentencié.

No me contuve, me acerqué a su rostro y lo besé con la pasión que ansiaba demostrarle hace mucho tiempo, quería demostrarle lo mucho que lo quería, lo mucho que lo amaba a pesar del mínimo tiempo que había pasado a su lado. Él aceptó el beso, continúo el beso. Me tomó por el cuello y a pesar de poder ser vistos por otros, continúo... Continuamos con ese ritmo, reclamando el uno del otro.

- No hay hombre que te merezca - susurró.

- Eres el hombre que me merece, él único - sentencié antes de besarlo una vez más. 

[ENHYPEN] Woman bodyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora