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El tiempo pasó rápido y los días salieron volando, tanto que ya casi tendría un mes y una semana viviendo en la capital. El frío se podía sentir aunque estés con el aire acondicionado encendido a la temperatura cálida, le tomaría tiempo acostumbrarse al clima alborotado de la ciudad. El sorbo que dio en su café alivio su cuerpo, envolviéndolo en una tranquilidad que lo hizo querer dormirse a pesar de recién despertar del mundo de los sueños.
Su teléfono sonó, lo buscó por todo lado entre las sábanas de la cama, algo desordenada, pero muy cómoda. El nombre en pantalla lo confundió, “Duxo”, ese era el nombre de la persona que lo llamaba sorpresivamente por quinta vez en la fría mañana.
—Ya era hora que respondieras hijo de puta.
—¿Qué pasó ahora?
—Vaya, parece que el bello durmiente recién despertó.
—No jodas, ¿Qué quieres?
—¿Acaso no puedo hablar contigo, querido Aquino?
—Te conozco bien Duxo, sé que quieres algo.
Rio bajo, peinando con su mano su cabello rizado, esperando alguna respuesta del chico al otro lado de la línea.
—Quiero invitarte a salir.
«¿Qué?»
—Espera... ¿invitarme a salir?
—Como amigos, ¿Te parece ir a comer algo?
Tomó aire, todo eso era muy amable como para ser cierto ¿Acaso su amigo tramaba algo? No lo sabía, pero no podía incriminarlo sin pruebas.
—No puedo negarme…
—Genial, ¿te parece ir de aquí una hora? Por la hora en la que te levantas supongo que ni has desayunado.
—Mierda... estoy hecho un desastre completo, debería mejorar mis horarios de sueño.
—Ya hablaremos de eso luego, te llamaré para que salgas en unos minutos, ¿Bien?
—Sí, sí, como tú digas Duxin.
Y colgó.
Suspiró sobando sus ojos decorados con unas leves ojeras. Ingresó al baño con una toalla para cubrirse el cuerpo después del baño que se daría, tal vez eso lo rehabilitaría.
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