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AQUINO —10:38 AM
No sabía qué sucedía desde que desperté.
La mañana era extrañamente aterradora. Porque Duxo desde que abrí los ojos se comportó considerado conmigo.
Me preparó el desayuno, me trajo una puesta de ropa, llamó al recepcionista a que le otorgue la copia de mis llaves, ¡Hasta llamó al electricista a que repare un problema en mi departamento!
¿Por qué las cosas habían cambiado tanto en solo unas horas?
Y ahora, estaba solo, en su departamento, ya que me dijo que me quedara allí mientras salía a comprar snacks para ver una película.
La verdad no me quejaba. Era un buen trato para ser Duxo.
Miré el brillante anillo en mi dedo índice, la perla resplandecía con el mínimo movimiento y su color era una maravilla natural. Aún no puedo creer que me lo haya regalado sin nada de condiciones.
—¡Llegué! —anunció mientras dejaba las bolsas en la cocina y se dirigía al sillón donde yo estaba sentado para acariciar mi cabello. Yo solo murmuré.
—No te tardaste mucho —dije mientras dejaba mi celular al costado mío.
—El supermercado no queda lejos de aquí —se sentó al lado mío mientras prendía la pantalla del televisor.
—Entiendo —respondí sin ganas de seguir la conversación.
Duxo se levantó del sillón y sacó de las bolsas los snacks para ponerlos en un tazón y dejarlos en la mesita.
—¿Qué película quieres ver? Una de terror, romántica, sentimental, dramática, ficticia o…
—Elige tú —interrumpí, lo que hizo que se acercara a mí levemente.
—¿Pasa algo? Te noto extraño —me preguntó, sosteniendo mi mentón y atrayéndolo hacia su rostro, giré la mirada.
—El que debería preguntar eso soy yo.
—¿Por qué?
—Porque tú eres el que anda extraño.
—¿A qué te refieres?
—¡Andas más raro de lo normal! ¿Desde cuándo actúas tan... cariñoso conmigo? —lo miré a los ojos, mientras esperaba una respuesta a todo esto.
—Bueno… —se quedó en silencio un par de segundos—. Es que nadie puede volver a ser el mismo de la noche a la mañana después de lo que sucedió, ¿sabes?
Lo sabía.
—Ya veo —dije notando lo incómodo en su rostro, suspiré nervioso—, ¿Te doy asco, verdad?
—¡No, no! Es solo que…
—No te excuses —saqué mis conclusiones, sabía que se trataba de eso desde que noté su actitud.
