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Miró el reloj de pared, marcaba las ocho de la noche exactamente, agarró de la pequeña isla de la cocina una botella de agua que la bebió sin esperar, estaba sediento. Y por supuesto, ¿Quién no lo estaría? Después de todo, había cargado y descargado una cantidad exagerada de cajas que contenían todas sus pertenencias, estaba frustrado, y mucho. Porque su querido amigo, que se comprometió a ayudarlo, no lo hizo, y ni siquiera sabía por qué.
Estaba enojado, con el azabache como con él, debió pedir ayuda a algún otro amigo antes que confiar en la palabra de su compañero. Casi nunca cumplía lo que prometía.
Todo en su departamento ya estaba arreglado y puesto, pese a que tardó casi dos días, se sentía orgulloso de su trabajo. Así que se acomodó en su sofá nuevo que anteriormente había comprado, y prendió la televisión buscando algo que ver.
Hubiera caído en sueño si no fuera por el sonido del timbre, ¿Quién era a esa hora? ¿Y qué quería? No sabía, pero le daba curiosidad. Así que, se dirigió a la puerta de madera fina y giró la perilla, logrando ver a un azabache posando su brazo en su nuca, sosteniendo en la otra mano un pequeño pastelillo, lo miró detenidamente, era de fresas, su fruta favorita.
—Hey Aquino, ¿Puedo pasar?
—Claro —se abrió paso, escuchando y viendo como entraba a su nuevo hogar.
—Se ve muy bonito todo, ¿Lo hiciste tú solo?
—Sí, ya que alguien no vino para ayudarme y me tuve que partir el lomo yo solo —se cruzó de brazos esperando que excusa barata le ponía ahora el pelinegro.
Antes de que dijera algo, colocó el pastelillo en la mesa de la cocina bien iluminada y miro todo a su alrededor, se veía muy ordenado. El castaño entró también a la cocina mirando el color blanquecino de la pared y los muebles de color negro de cerámica, esperando cualquier palabra que diga.
—Escucha, lamento no haber venido, ¿bien? Sé que está mal dejar algo así, pero estaba ocupado y me olvidé por completo.
—Pff... —soltó un bufido—. No te preocupes, de todas formas no debí confiar en tus promesas falsas.
El azabache soltó una carcajada —¿Ahora me insultas, pendejo? Wow, bueno...me lo merezco— dijo acercándose al más alto atrayéndolo hacia él dándole un abrazo cálido, un abrazo de disculpa- perdóname Aquino, te prometo que no lo volveré a hacer.
—Oh, vamos, ¿Piensas que me creeré eso?— comentó soltando unas risas abrazando al azabache que era un poco más bajo que él.
—Bienvenido, Aquino— le dijo suavemente al oído, estrujando su cuerpo un poco más. El castaño solo sonrió, era una buena disculpa.
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¿Como que el capítulo es muy corto, no? ¡Pero no se preocupen! Esto es solo el inicio, los capítulos serán más largos conforme a los días. Además de la presencia de algo de trama, ¿Qué es un escrito sin trama? ¡No es un escrito!
¡Bien, bien, bien! ¡Les prometo que los capítulos serán más largos y con buena redacción, esto es solo el inicio!
