2: Marcos Ginocchio

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Alguien "normal" podría decirle a Agustin que está demente, pero a él le importaría muy poco.

Anotarse como ayudante del equipo de fútbol (Lo que implicaba lavar sus apestosas camisetas y toallas) solamente para poder ingresar sin impedimento alguno a sus vestidores y observar de cerca sus siguientes posibles presas, era algo que sus mejores amigos habían calificado como "descabellado" . Pero, como anteriormente se mencionó, a Agustin le importaba realmente muy poco.

No era absolutamente nada divertido tener que cargar con una asquerosa maloliente mochila llena de toallas y camisetas sudadas por todo el pasillo de la universidad y después tomar un taxi en dirección a la lavandería más cercana, pero todo era gratificantemente recompensado en el momento en que sus compañeros ingresaban a las duchas después de jugar y a medio vestir.

Agustin sabía cómo disimular a la hora de pasar cabina por cabina en busca de sus prendas sucias y al mismo tiempo, echar una breve mirada a los musculosos cuerpos de cada uno de los jugadores.

Coty no había recibido información falsa. Todos estaban considerablemente dotados... pero ninguno llegaba a sorprender.

Incluso había tenido que descartar a Maxi de su lista en el momento en que se supo que empezó a salir con una chica de intercambio recién ingresada. Así que su búsqueda continuaba tranquilamente, o al menos así fue hasta que apareció Marcos Ginocchio.

¿Quién demonios era Marcos Ginocchio?

Marcos Ginocchio era otro más de aquellos estudiantes de intercambio que habían ingresado a la universidad a aquellas alturas del año.

Un niño bueno, educado, inteligente, aburrido, en exceso respetuoso.. un cerebrito, ratita de biblioteca, entre otros calificativos algo más graciosos. Usaba unos grandes lentes redondos, pantalones muy anchos y se abotonaba la camisa hasta el cuello.

También usaba suéteres increíblemente grandes y con cuello de tortuga. Marcos Ginocchio era el típico tipo de chico que jamás mostraba más piel de la necesaria.

No había absolutamente nada que ver con este chico (Que de hecho, desconocía de su existencia) hasta que Marcos Ginocchio se vió obligado a hacer parte del equipo de fútbol.
Contrariamente a lo que todos pensaban, Marcos Ginocchio era increíblemente bueno en los deportes, tan solo odiaba practicarlos, pero las chicas de toda la universidad enloquecieron cuando el muchacho se dejó ver por primera vez con el uniforme del equipo puesto.

¿Quién diría que una simple ratita de biblioteca podría tener tales muslos gruesos, fibrosos y brazos dignos de un modelo a la altura de marcas como Armani?

Sí, ni siquiera Agustin se habría dado cuenta de ellos de no ser porque el chico necesitaba ganar puntos extras en el área de gimnasia y educación física, ya que era en lo único en lo que no destacaba.

Desde ese día, Marcos Ginocchio no pudo tener sus momentos a solas en la biblioteca cada tarde, pues las chicas le perseguían hasta en el almuerzo.

Sin embargo, Agustin, aunque podía admitir que el chico tenía una cara que podría derretir los polos y unos brazos en los que te quisieras morir lentamente, no lo encontraba demasiado llamativo y eso era debido a que era un mojigato; el chico esperaba a que todos sus compañeros de equipo saliesen de las duchas para poder ingresar y hacer su aseo privadamente.

Agustin no lo entendía, pero no le importaba.

O al menos así fue hasta ese insignificante día en el que tuvo que quedarse hasta tarde recogiendo la ropa sucia de los jugadores.

El día anterior había faltado a la universidad, y, por lo tanto, a sus horas extras como ayudante del equipo, por lo que la ropa sucia se acumuló y se vió obligado a buscar formas creativas de poder llevar dos tandas a la lavandería sin morir en el intento, así que decidió (Por mucha flojera que le diese) hacer dos viajes.

Y justo ahí, cuando volvía de la lavandería por la segunda tanda, que vió por primera vez lo que se convertiría en el mayor de sus deseos más oscuros; Marcos Ginocchio se desnudaba de espaldas, sin tener la más mínima idea de su presencia y sin ser pudoroso como Agustin se había acostumbrado a verlo. Y oh, santo infierno.

Marcos Ginocchio era jodidamente lo más delicioso que Agustin había visto en mucho, mucho tiempo.

Agustin ahora se podía sentir identificado con aquellas chicas que no lo dejaban ni en el almuerzo.
Porque el chico era... era sublime. Joder, se había quedado sin palabras. Su piel no era bronceada como la de los demás jugadores, era muy pálida y se veía verdaderamente tersa y apetecible. Cada vez que se movía, incluso lo más mínimo, los músculos de su espalda se flexionaban y salían a la vista, viéndose tan imposiblemente exquisitos que Agustin estaba empezando a delirar. Se podía ver a sí mismo lamiendo con dedicación cada uno de esos preciosos músculos pliegue a pliegue, quiere pasar su lengua por todo ese perfecto y tonificado cuerpo de dios griego que le estaba causando un dolor horrible en la...

- ¡AAAHH!

Agustin saltó en su lugar, asustándose de modo que avanzó un par de pasos al frente y se resbaló gracias al agua regada por todo el lugar. Cerró los ojos un segundo, intentando recomponerse y cuando los abrió, creyó haber sido realmente muy buena persona en su vida pasada, pues el enorme, realmente enorme miembro de Marcos Ginocchio era lo que estaba frente a su rostro en el momento que abrió los ojos.

"Madre santa, esos son mínimo veinticuatro..."

Sin embargo, tan pronto como el chico terminó de ayudar a levantar, se cubrió con lo primero que encontró; la ropa que recién se había quitado. Sus mejillas y las de Agustin coincidieron para ponerse rojas como tomates tan pronto como se miraron a los ojos, la diferencia es que Agustin tenía un par de pensamientos poco cándidos en su cabeza, que eran la razón del color en sus pómulos, pero Marcos estaba en una situación totalmente diferente, preocupándose más por cubrir su cuerpo que por otra cosa.

- P-Perdón por haberte asustado.. - Susurró el chico, apartando la mirada lo más posible. - P-pero en mi defensa, vos me asustaste primero.

El menor suelta una pequeña risita torpe que hace que el estómago de Agustin se sienta extraño. El chico era una preciosidad, y tenía un gran, gran, gran amigo allí abajo. Agustin empezaba a mirar con otros ojos.

Estaba sin palabras, no sabía que decir. Lo único que quería era arrodillarse frente al pelinegro semi desnudo frente a él y rogarle que le dejara exprimir hasta la última gota del orgasmo que Agustin estaría complacido de causarle con sus propias manos... quizás su boca podría ayudarle.

- ¿E-estás bien? - Preguntó Ginocchio, mirándolo con ojos preocupados. No traía sus lentes, y sus preciosos y grandes ojos de conejo le estaban haciendo sentir estúpido. Había conquistado extranjeros desde Inglaterra hasta la plata y no podía abrir la boca frente al cerebrito nuevo de la Universidad.

Cuando estamos nerviosos decimos tonterías, lo primero que se nos viene a la cabeza en la mayoría de los casos y quizá pasamos las mayores vergüenzas de nuestras vidas...
Pero Agustin sobrepasó el límite.

- ¿Me dejas chupártela?

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AMO ESTE FANFIC

Falofilia - margusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora