🪐 𝐋𝐄𝐀𝐋𝐓𝐀𝐃 𝐀𝐋 𝐀𝐌𝐎𝐑 | Aemond no va a Bastión de Tormentas después de la coronación de Aegon II, por el contrario acude a Rocadragón a jurar su lealtad hacia Rhaenyra por una sola persona.
Lucerys Velaryon.
O donde Aemond ama demasiado a...
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« Un Targaryen. »
Siempre habrá una razón para tomar una decisión, muy bien puede ser una respuesta planificada o simplemente una arrebató de furia, una decisión tomada de pronto ignorando cuáles pueden ser sus consecuencias.
Otto Hightower lo sabía, entendía perfectamente lo que había hecho, sabía que sus acciones tendrían repercusiones en su vida y que probablemente fuera a morir a manos de las llamas de un Dragon.
—¡Pero que has hecho, Padre! —Fácilmente leyó la angustia, temor en la voz y ojos de su hija.
Alicent respiraba de forma frenética, con esos circulos oscuros bajo sus ojos, el rostro de una mujer demacrado en cansancio y temor. Y que la antigua Reina, hace tan solo unas horas había salido de su habitación, y en el camino que la llevaba a visitar a su hija, descubrió una escena que la hizo gritar tan fuerte que todos en la Fortaleza Roja oyeron.
Guardias cargando el inconsciente cuerpo de Lucerys Velaryon y a su pequeño hermano Viserys Targaryen llorando desconsoladamente, moviéndose bruscamente en los brazos de los hombres que lo sostenían. La simple escena causo un revuelto en la viuda verde, que abandono su camino y fue a ver su padre, enfrentarlo y hayar razones fundamentales para sus acciones.
—Era necesario. —Se excusó simple, evitando la mirada de su hija.
—¿Necesario? —Alicent retrocedió con una risa falsa en los labios, ambas manos pasando por su rostro. —Si tu fin era terminar muerto a manos de Daemon Targaryen, te hubieras acercado tu mismo a él..¡No secuestrando a sus hijos!
Otto se puso de pie, dejando salir un suspiro pesado retenido en sus pulmones. —Todo lo que hago es por nosotros.
—¿De verdad? O, ¡¿Simplemente no puedes aceptar tu derrota?! —Cuestionó Alicent dando un par de pasos por la sala, se detuvo cuando tantas cosas cobraron sentido en ella, su error más grande de confiar en su padre.
—Tu no haces esto por nosotros. —Empezó por decir. —Es tu ambición.
—Alicent, cuida tus palabras.
Pero la mujer no se detuvo, no cuando se dio cuenta lo estúpida que había sido a lo largo de los años.
—¡Voy a decirte todo lo que yo quiera! Hasta aquí llego tu maldito juego, ya no seré parte de esto ni mi hijos. Tu jodido anhelo por un estúpido trono nos está arrastrando a la muerte. —Bocifero fuerte, avanzó de nuevo y su puño cayo en un golpe fuerte sobre la mesa.
—Alicent. —Otto respiro exasperado. —Hija, ¿Escuchas lo que dices? Como puedes pensar aquello cuando hemos sacrificado tanto, para simplemente rendirnos.
