Capítulo 22 Sobre el amor y el dolor

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Mis clases pasaron lentas, aburridas, y francamente no les presté mucha atención. Mi corazón y mi pensamiento estaban puestos en Hyukjae y su familia, en el dolor de su pérdida, en su resignación.

Quería estar con ellos desesperadamente, pero la vida real se interponía entre mis deseos.

Cuando entré esa tarde en la biblioteca, hablé de inmediato con la señora B y le puse al tanto del funeral del tío de Teddy esa tarde. No lo había conocido mucho, pero saber que ellos le querían tanto era suficiente para mí, para sentir como si su pérdida fuera la mía.

La señora B se mostró comprensiva, aunque no demasiado emotiva. No era una mujer dada a las expresiones externas de cosas tan pusilánimes como los sentimientos, pero cada uno es como es y eso no puede remediarse.

El señor P por el contrario, mostró un pesar muy auténtico y llamó de inmediato a la familia de mi oso para dar su pésame. Esa tarde en la sección infantil, ocupé el lugar de Teddy y se me hizo extraño no verle allí, echando en falta su gran sonrisa cálida que siempre me animaba.

Suspiré varias veces en secreto mirando mi teléfono, deseando hablar con mi lince para saber como iba todo y como se encontraba, aunque solo me habría bastado con oír su respiración.

La tarde se me hizo muy larga, atendiendo a los pequeños y a veces un poco quisquillosos lectores, admirando la paciencia de Teddy. Un par de ellos me preguntó dónde estaba, intrigados por no verle allí como era habitual.

-No ha podido venir- dije sin saber que contestar, recibiendo miradas preocupadas.

-Está enfermo?

-No, no lo está... Pero, tengo una idea, Por qué no le dejáis un mensaje? Así cuando regrese, sabrá que habéis preguntado por él- se me ocurrió de pronto.

Quizás sus palabras lograrían devolverle la sonrisa, ya que Teddy era un niño más. Entregué trozos de cartulina de colores y lapiceros para que dejaran sus mensajes, animándoles a dibujar y colorear lo mejor que pudieran.

El señor P aprobó mi idea, así que al final de la tarde tenía unos cuantos mensajes para mi dulce oso.

Cuando salí de la biblio, eché de menos ver la figura alta y hermosa de mi lince, suspirado adolorido mientras caminaba de regreso a la residencia. Mi gato me recibió con su guiño habitual de ojos, volviendo a su siesta y me sentí más solo que nunca.

Era casi de noche. Hacía mucho rato que había pasado el entierro y la ceremonia, y me pregunté cómo y dónde estaría mi lince.

Me metí a la cama con el cuerpo cansado y el corazón adolorido pensando en él, pero sin querer presionarle, pues sabía que en ese momento su familia era lo principal.

A mitad de la noche me levanté, inquieto y apesadumbrado, sin poder dormir, sentándome a solas en la fría penumbra de la cocina, con una taza de té caliente.

En el silencio y la soledad, las dudas volvieron a mí y me arrastraron en su tormenta de palabras oscuras y negras ideas. No quería ser el eterno segundo en la vida de Hyukjae. O quizás, realmente nunca había sido importante para él, al menos no como él lo era para mí.

Hyukjae tenía una familia, hermano, tía, prima a los que cuidar; también estaban sus estudios; y era joven y guapo, tenía toda su vida por delante.

Quizás incluso su padre rectificaría y volverían a tenderse las manos como amigos, y si bien eso era algo positivo para él y para Teddy, significaban nuevas oportunidades de que Hyukjae encontrara caminos más aptos para él, y por lo tanto, gente mejor con la que estar.

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