A la mañana siguiente pude ir a clases y después de comer, me dirigí a la biblio. Antes de reportarme con la señora B, hice una breve visita a la sección infantil, para saludar a mi oso y devolver la caja de plástico limpia.
-Gracias por las galletas.
-Te han gustado?- preguntó con ilusión.
-Mucho. Estaban deliciosas- y lo habían estado. Las galletas de avena eran mis favoritas.
Cuando se lo dije, sonrió con ganas.
-Las de mi hermano son mucho mejores. Le diré que haga con chocolate para ti. Te gusta el chocolate?- estuve tentado a decirle que lo que no me gustaba era la actitud de su hermano, pero solo asentí antes de recordarle que tenía que marcharme.
Mi tarde en los archivos fue aburrida como siempre, solo interrumpida por el revoloteo de una polilla. Tras ponerla en libertad, volví a estar solo.
Quizás era mi destino. Quizás no moriría a manos de Aki, tal vez una estantería llena de archivos me caería encima y terminaría aplastado por decenas de libros, como una cucaracha. O peor, moriría por aburrimiento crónico.
Cuando mi turno terminó, estuve como siempre un rato acabando los deberes antes de subir. Pero mientras lo hacía, vi que había mucho lío en la biblioteca; una larga fila de estudiantes esperaban impacientes a ser atendidos en el mesón central, y una fila idéntica quería usar los ordenadores.
Y solo había una bibliotecaria para todo. Me acerqué al mesón, por la parte de dentro.
-Necesitas ayuda?- ofrecí. No sabía el nombre de la chica, pero solía verla siempre a esa hora. Me miró algo dudosa- Soy el chico de los archivos. Estoy estudiando bibliotecología.
Si me dices cómo, puedo hacerme cargo de los ordenadores...
-No sé si... Bueno, en fin. Vaya hora para hacer una reunión de emergencia- protestó en voz baja. Me indicó como funcionaba el programa. Simplemente se pasaba la tarjeta de biblioteca del estudiante por un lector y el ordenador le asignaba uno libre con Internet.
Cada usuario podía estar conectado 20 minutos, y en caso de no haber mucha gente, podía conectarse otra vez.
Ese día no era el caso, ya que habían muchos esperando y pocos ordenadores libres. Me senté en el sillón e hice pasar a la gente. No era mi trabajo y estaba fuera de mi horario, pero agradecí la experiencia.
Y los estudiantes se portaron muy civilizadamente, a pesar de la lentitud con que iban las cosas. Cuando la fila de los que sacaban libros mermó lo suficiente, la chica se me acercó.
-Ya ha pasado el peligro. Y deduzco que la reunión estará por acabar.
-No me importa quedarme un rato más, si lo necesitas- insistí, pero ella negó con la cabeza.
-Gracias, pero me las puedo arreglar ahora. Y gracias de verdad, por echarme una mano. A veces la cosa se pone crítica- me levanté del sillón y ella se sentó.
Cogía la mochila para irme, cuando vi que me miraba- Cómo te llamas?
- Lee Donghae - estiré mi mano hacia ella por impulso- Encantado.
- Kim Jessica. Un placer- y su sonrisa fue halagadora- Gracias otra vez.
-Cuando quieras.
Cuando me marché en dirección a la zona infantil, me sentía de 10 metros de alto. Mi oso no preguntó la razón de mi tardanza, ni de mi alegría, ocupándose en atender a sus pequeños lectores.
Eso me hirió un poco, pero no podía culparle. Además, había hecho el esfuerzo de ir a verme luego del trabajo la noche anterior, y a pesar de las bromas pesadas de su hermano, mi noche no había sido aburrida.
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Háblame De Ti
RastgeleEl amor lo cambia todo, lo transforma todo... ¿Pero, puede borrar también el temor más profundo?