Prólogo:
Hacía unas semanas de su sexto día del nombre cuándo se enteró de lo que significaba esa palabra que Lady Catelyn Stark murmuraba cada vez que le veía.
"Bastardo"
Sabía que era algo malo, y que, al menos eso le decía su limitada comprensión infantil, por lo tanto él también era malo, algo que nunca debería de haber existido.
Había sentido curiosidad por lo que de verdad significaba esa palabra antes, cuando la madre de sus hermanos le dedicaba miradas llenas de un odio tan evidente que incluso con seis días del nombre podía notar. Cuándo la mujer aprovechaba las ausencias de su señor padre para aislarlo del resto de sus hermanos. Cuando lo insultaba abiertamente si su padre no estaba a la vista, o usaba su poder como señora del Invernalia para que los sirvientes le desatendieran, cuando Sansa, su hermana, empezó con apenas cuatro días del nombre a imitar a su madre, miradas frías y la palabra "medio hermano" para referirse a él.
Pero el miedo siempre había podido con su curiosidad, miedo de que lo que Lady Catelyn y la Septa le decían fuera verdad. Que no valía nada, que era un error, nada más que una mancha en el honor de Eddard Stark, hijo de una prostituta como mucho, indigno de todo lo que recibía.
Pero ese día fue diferente.
Robb y él estaban, como tantas otras tardes, jugando en el patio de armas, a impersonar a sus héroes favoritos, cuando sucedió.
"¡Soy el señor de Invernalia!" Exclamó como había hecho antes en cientos de ocasiones.
Pero aquella vez, aquella vez, la respuesta de Robb fue muy diferente.
"No puedes ser el señor de Invernalia, porque eres bastardo. Mi señora madre dice que nunca serás el señor de Invernalia."
Las palabras de su hermano fueron como una daga directa a sus entrañas, una mordedura fría e inmisericorde de crueldad.
Desde ese entonces apenas sonreía, su cara una máscara de fría indiferencia, y sus ojos ganaron un tono de gris oscuro que parecía emitir reflejos violetas cuando la ira los iluminaba.
"Tienes razón, Lord Robb" Dijo en un tono que hizo estremecerse a su hermano mayor.
Después se marchó de ahí, casi corriendo.
Llegó a su habitación, y por un momento casi se echó a llorar, pero contuvo las lágrimas y apretó el puño con rabia, no, no dejaría que esa palabra lo dominara.
Sin ganas de volver al patio con Robb, e incapaz de ir a ver a cualquier otro de sus hermanos, pues su padre estaba fuera atendiendo unos asuntos en Las Inviernas y Lady Catelyn controlaba el castillo de forma absoluta, decidió preguntarle a la única persona que pensaba que le daría una respuesta objetiva a la pregunta que llevaba resonando en su cabeza desde que había salido corriendo del patio de armas "¿Qué es un bastardo?"
El Maester Luwin sabría la respuesta, y no lo trataba con el desdén de otros al servicio de la familia Stark, él sería honesto.
Y con una determinación extraña hasta para él mismo, alimentada por la rabia y la tristeza, fue hasta las habitaciones del Maester.
Llamó a la puerta, tres golpes secos, duros.
"Adelante" Escuchó la voz del Maestre dándole permiso para entrar, y antes de poder pensarlo mejor y echarse atrás, así hizo.
Cuando entró se encontró al Maestre sentado en su mesa de trabajo, rodeado de papiros y códices, cuando levantó la mirada para ver quién había entrado, la sorpresa se hizo evidente en su rostro.
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Bastardo
Fanfiction"¡Soy el señor de Invernalia!" Exclamó como había hecho antes en cientos de ocasiones. Pero aquella vez, aquella vez, la respuesta de Robb fue muy diferente. "No puedes ser el señor de Invernalia, porque eres bastardo. Mi señora madre dice que...