Capítulo 2:
Robb dejó escapar un aullido de rabia a la vez que inclinaba su cuerpo y dejaba caer un golpe descendente sobre su objetivo.
El poste de madera soltó un crujido terso y se desmoronó, pero el joven heredero del norte no le prestó atención, sino que con habilidad recuperó la vertical sobre su montura y usó las riendas para refrenarla.
Una vez reducido el ritmo a un trote suave, giró, trazando un óvalo como en el que competían los aurigas de Tyrosh, y volvió a cargar, atacando esta vez una tabla de madera que colgaba a su altura y simulaba ser un jinete enemigo.
Esta vez optó por golpear ligeramente con la punta al pasar para, inmediatamente después, hacer girar su espada con un quiebre de muñeca, soltando un tajo demoledor contra lo que, de haber sido un hombre, sería la parte baja de la columna.
Había pasado una luna desde que Jon se había marchado y ni los mejores rastreadores del norte ni los cuervos que había mandado su señor padre habían localizado a su hermano.
Conforme los días se sucedían, la esperanza de encontrarle se desvanecían, y Robb había centrado su ira y frustración en un ritmo de entrenamiento brutal que recordaba al que Jon se había sometido durante años.
Cuándo no estaba entrenando con Ser Rodrik Cassell, estaba con el maestre Luwin, cuándo no estaba con el maestre Luwin, estaba junto a su padre, aprendiendo a gobernar su vasto e indómito reino.
Desde la partida de su hermano, Invernalia parecía asfixiarle, la ausencia de la silenciosa figura de Jon una herida lacerante y evidente que nadie sabía realmente cómo tratar.
Rickon era aún un bebé, pero Bran, y sobre todo Arya, ya eran lo suficientemente mayores para entender que algo no estaba bien, incluso si no comprendían del todo el por qué. No pasaba un día sin que su hermana preguntara por Jon, o sin que Bran se asomase al patio esperando ver a su hermano entrenando, espada en mano.
Sansa, como siempre, era un caso distinto, el joven lobo no llegaría a decir que la marcha de Jon no la había entristecido, pero no estaba tan apegada como sus hermanos a él, y eso se traducía en una casi indiferencia.
Y Theon... Robb no sabía qué hacer con el Greyjoy, su padre lo había criado como si fuera otro más de sus hijos, y eso le había hecho mucho más confiado en su relación con los Stark, algo que el propio heredero del norte no había visto antes.
El heredero de las Islas del Hierro no había ocultado su alegría ante la marcha de Jon, a quién siempre había visto como alguien inferior, e incluso con cierta envidia ante el talento militar que este poseía y la estrecha relación que les unía a él y a Robb.
Sin embargo, no fue hasta que el joven hijo del hierro se atrevió a calificar la marcha de Jon como "una bendición, pues solo es un bastardo sin importancia que no merecía nada de lo que se le había dado" que Robb empezó a ver los verdaderos colores del chico.
Desde ese momento, su amistad se había enfriado hasta convertirse en una cordialidad fría, y el joven lobo había empezado a fijarse en detalles que antes no había considerado importantes, la despectiva manera que tenía el hijo de Balon Greyjoy de tratar a los sirvientes y aprovecharse de las sirvientas, como se enseñoreaba frente a los vasallos de su padre, sus constantes bravatas y alardes... y lo que más le enfurecia, como parecía dar por sentado que Sansa iba a ser su esposa.
No, Theon no era alguien en quien pudiera confiar, y pensar que durante años había obviado su verdadero carácter...
"Es irónico que mire por encima del hombro a Jon, teniendo en cuenta su parentesco". Pensó amargamente.
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Bastardo
Fanfiction"¡Soy el señor de Invernalia!" Exclamó como había hecho antes en cientos de ocasiones. Pero aquella vez, aquella vez, la respuesta de Robb fue muy diferente. "No puedes ser el señor de Invernalia, porque eres bastardo. Mi señora madre dice que...