Año 1839
-Padre, ¿A dónde vamos?.-Dudoso, le pregunto un muchacho pelirrojo.
-Vamos a encontrar un lugar, un lugar que he estado buscando por años.-Siguió caminando el señor de casco de cuernos, sin voltear.
-¿Qué tiene ese sitio? Espero que mucho oro. Que al menos valga la pena mi caminada. Me duelen los juanetes.-Estiró las piernas el de ojos amarillos y piel morena.
-Te aseguro, Red Son. Que este paraje nos dará más que un simple pedazo de oro.-Volteo el padre.-Conseguiremos la venganza dulce.
-Ah... -Entendió a los que se refería.-¿Qué hay en el bosque?.
-¿Por qué haces tantas pregunta, insoportable? Mejor avanza.-Regaño el adulto.
La familia Bull, unos caza tesoros, siempre moviéndose de un punto a otro, jamás quietos. Estaban adentrándose al bosque. ¿El porqué estaban ahí? La venganza los llamaba dentro. No, más bien solo al padre, el muchacho de 25 años solo seguía a su figura paterna.
Hace muchos años, exactamente en el año 884. Un pueblo hermoso estaba en su mejor etapa, eran un pueblo con agricultura, minería y ganadería, el pueblo contenía una suerte de vivir en medio de los reinos. Tenían el sol, las oscuras minas de piedras preciosas y los animales de granja más gordos que jamás nadie habían visto. El rey está inconforme con esto.
El rey sol hizo una reunión con los demás reinos, los dragones y la luna.
En una mesa redonda estaban los tres monarcas de cada región.
-Bienvenidos, sus majestades.-Se presentó el rey de oro.-En este día les solicité su presencia por una sola razón.
-¿Qué es de tanta importancia, señor del sol?.-Dudoso, pregunto el monarca de los dragones.
-Estamos aquí por la aldea de las tres regiones, es una posible amenaza, se está robando todo.
-¿A qué te refieres a "todo"?.- Puso los codos en la mesa el rey luna.
-Tus minas, tus piedras preciosas que obtienes, mi agricultura y su ganadería. Pueden convertirse en un reino y destruir a los nuestros. Está creciendo el número de pueblerinos que se mudan allá.-
-Estás exagerando, Rey sol.-Menciono el rey dragón.-Solo es una aldea simple.-
-¿Nadie ve lo que yo veo? Monarcas, piensen en el futuro, no quedará más de nosotros. Se hacen más grandes.-Se paró y puso las manos en la mesa con fuerza.
-Si es así, ¿qué crees hacer?.-Cuestionó, el rey de ropas azules oscuras.
-Extraer lo que es nuestro, solo eso.-Proclamó el dorado.
-Rey del sol, reflexione lo que es suyo y no diga ridiculeces. Solo es una aldea pequeña, ¿Usted supone que se convertirá en reino?.-Se paró el rey dragón.- Eso hágalo más después.
Se retiró el monarca, se quedó en total silencio el espacio.
-¿Uste tiene ese mismo de ver?-Pregunto serio el rey rubio.
-No es por minimizar su creencia, majestad. Pero, se está llevando más allá que los hechos.-Se puso de pie el rey de las sombras y se retiró.
-Lo que les digo pasará.-
-Padre, ya está anocheciendo. Hay que descansar y mañana avanzamos.-Se sentó en un tronco hueco el muchacho.
-Está bien, ya hemos avanzado mucho.- dejo su gran bolsa de piel de oveja.-Cuida las cosas, voy por leña.
-Sí, padre.-El chico también dejo sus cosas, empezó a buscar una cosa en específico. Sacaba cuchillos, la poca comida que tenían y una foto. Tomo esa imagen dibujada con tinta.
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Lujuria prohibida.
RomanceLos reinos vivian en una gran armonia hasta que se descubrió un gran secreto de los reyes. Las miradas los veian asqueados. ¿Cómo la monarquia escondia tal pecado?