II

179 21 7
                                    


—Y ésta es mi humilde morada —señaló Ahn al entrar por un portón muy grande—. No es una mansión pero está bonita —dijo mientras conducía hacia una galería.

Realmente no se parecía en nada al departamento en el que estaba encerrado. Esta era una casa muy occidental con un patio muy grande como si fuera una estancia a las afueras de la ciudad. Siempre soñe con ganar tanto como para tener un lugar así o aún más grande dónde presumir. Un mundo que jamás se me dio ni se me dará.

—Agh, estás muy callado y no sé de qué más hablar —ciertamente  ella habló en todo el recorrido hasta aquí—. Bueno..., vamos, te ayudo a entrar.

Asentí mientras rodeaba el auto sacando las muletas y colocándomelas cerca para poder afirmarme en ellas. Me levanté y sostuve de ambas piezas metálicas. Ahn me miraba fijamente y tomó la decisión de agarrarme de la cintura por las dudas. Sentí una ligera corriente eléctrica en el sector en donde estaba su mano provocando que mi piel se erizara.

—Mm... —se escapó ese estúpido sonido de mi boca.

—¿No te gustó que te tocará? —retiro rápidamente su mano—. Perdón, no sabía cómo ayudarte.

"No, no es necesario que te disculpes" pensé pero me mordí los labios antes de siquiera decirlo.

El recorrido hacia la casa fue marcado por un silencio que no fue incómodo más bien lo describiría como tranquilo. Ella estaba pendiente totalmente de mí, como si yo fuera más frágil que el cristal. Pendiente de que nada me hiciera daño ni que sufriera. Mi corazón dio un brinco ante esa sensación de cuidado pero lo calme recordando tiempos pasados con Doona. Si con ella ahora podríamos tener un hogar así, un mundo tan abierto como el que se presentaba ante mis ojos: una casa de un solo piso pero llena de ventanas donde la luz del sol parecía entrar en cada momento del día, un jardín lleno de plantas variopintas y un pasto en un nivel justo. Detrás de su hogar había una piscina grande con sillones alrededor para tomar sol. Pero aún con todo eso, se notaba sencilla y clásica, realmente no se comparaban con mis expectativas de grandeza pero a su vez eran cosas que siempre quise. Tan contradictorio.

Al llegar a la puerta, ella pronunció su nombre cerca de la cerradura haciendo que la puerta se abriera en consecuencia. Me explicó rápidamente que su casa funcionaba con ese tipo de tecnología para hacer las cosas sencillas. Entramos. Aplaudió un par de veces y las luces se prendieron en el salón de entrada. Se sacó sus zapatos y los dejó en una cajita. Buscó unas pantuflas y se las colocó. Eran muy colorinches y tenían ojitos y orejas. Me causó cierta gracia verlas. Me dijo que esperará que me traería una para el pie que no tenía bota ortopédica.

Al cabo de unos segundos me entregó una pantufla que me quedaba un poco grande.

—Oh, pensé que te iba a quedar, disculpa —volvió a pedir perdón, pero esta vez decidí decirle que no se disculpara.

—No tengo problema, ya es mucho por mí.

—Supongo que si, pero si te voy a ayudar tengo que hacerlo con todo —dijo sonriéndome.

—Tú... —algo me inquietaba en ese momento pero no sabía bien cómo decirlo.

—¡Ah! Ya es hora de cenar. Mañana tengo que ir a trabajar —me acompañó hasta la cocina sentándome en la isla que estaba en frente de ella—. No sé bien cómo cocinar pero tengo lo que me preparan. Solo hay que calentarlo —dijo yendo al refrigerador para sacar dos tuppers de color azul y negro—. Te aseguro que esto va a estar riquísimo —se dirigió hasta el microondas y colocó ambos, cerró la puerta y puso unos minutos.

Con rapidez y sin dejar de hablar colocó dos platos, vasos y palillos sobre la mesa. Busco nuevamente en el refrigerador agua y la puso sobre la mesa de la isla. Al cabo de toda esa acción, el microondas dio la señal de que la comida ya estaba lista.
Con rapidez puso los fideos de arroz en ambos platos y las salsas en dos separadores.

—¡A comer, que la comida de Eun no se desperdicia! —dijo alentándome, me reí un poco y comencé a comer con ella.

—Está rico —admití saboreando comida que parecía común pero se notaba que era casera, hecha por alguien muy bueno.

—Eun cocina como los mismísimos dioses, un genio, sin él no se cómo podría sobrevivir —exageró riéndose.

Me detuve un momento y observe que jamás en mi vida pude sentirme así; comiendo algo y riendo, aunque estaba muy preocupado por escaparme de ese maniático, me sentía demasiado contenido por esta muchacha que se mostraba alegre y confiable. Dándome la mano a pesar de ser un desconocido para ella. ¿Qué pasará cuando se entere de todo lo hice?

—Hey, se enfría —me quitó de mi pensamiento rápidamente.

Le hice caso y continué comiendo.

Cuando terminamos de comer, juntó los platos y los colocó en el lavavajillas y se acercó a un pasillo.

—Debes estar cansado. Es mejor ir a dormir. Tengo una habitación para invitados. Siempre está limpia, así que solo debes recostarte en la cama y dormir —me levanté y la seguí hasta el cuarto del que ella hablaba. Entré en la habitación y me senté en la cama. Ahn me ayudó a acomodarme sobre la cama y hasta me arropó—. No tienes de qué preocuparte. Te aseguro que ese loco no te podrá ni tocar ni acercarse a este lugar, hay muchas medidas de seguridad.

—Gracias... —pronuncié suavemente mirándola a los ojos— no sé cómo pagarte todo esto.

—De nada y no, no tienes por qué hacerlo—contestó enérgicamente, se estaba por ir pero la tome de la mano en un impulso.

—Insisto, debo pagartelo, si sabes cómo... yo haré lo que sea —pronuncié bajando la voz.

—... —un silencio marcó ese momento, ella no dejó de mirarme a los ojos mientras acercaba su rostro al mío. Sentí como mi corazón latía rápidamente, pensando en algo que ya era conocido por mi, subí mi mano a mi camisa para desabrochar los botones—. En mi casa trabajan un par de personas por la mañana —me detuve drásticamente perplejo—, ellos sabrán que decirte que hagas. Aunque eso lo harás cuando recuperes más tu movilidad. Por el momento sólo descansa. Si sucede algo, grita, dormiré en la habitación de enfrente por si llega a ocurrir algo, ¿si?

Se levantó y antes de ordenar que se apague la luz, me dijo:

—No es necesario prostituirte, no voy a obligarte jamás a algo así —ordenó que se apagaran las luces y cerró la puerta tras ella.

Seguía perplejo ante ese gesto de humanidad...

SB: Diente de LeónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora