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🔪🧟♀️
━━ LA PREOCUPACIÓN casi que se respiraba en el aire. Era espesa, como una neblina invisible que lo cubría todo. Rosaleen arrugó la nariz con desagrado mientras sus ojos se clavaban en las esposas ensangrentadas colgando de la pared del granero. Un nudo se formó en su garganta al recordar a Merle.
El metal oxidado, el olor a sangre... un deja vú la sacudió con fuerza.
— ¿Randall se ha ido? — preguntó Andrea, girando sobre sus talones, escaneando el lugar con rapidez. Su tono era seco, casi acusatorio, y rompió el hilo de los pensamientos de Rosaleen.
— ¿Lo ves aquí llorando como una niñita? — replicó con los brazos firmes a ambos lados de su cadera, una ceja arqueada y la mandíbula apretada. — Claramente, si.
Andrea bufó, rodó los ojos con fastidio y la empujó ligeramente con el hombro al pasar por su lado. Rosaleen no se inmutó. La ignoró por completo mientras recorría con la mirada el campo, el sol aún alto y las sombras largas comenzando a estirarse en el suelo. Buscaba una silueta, una cabeza rubia, una voz sarcástica entre todo ese caos.
Asher.
No solía estar tan callado. Era fastidioso. Metido. Dramático. Y, sobre todo, presente. Pero esta vez... nada.
— Falta mi hijo... — la voz de Carol le robó el pensamiento, se quebró temblorosa, arrastrando al grupo hacia un nuevo foco de tensión. Se llevó una mano al pecho mientras sus ojos se llenaban de pánico. — No puedo encontrar a mi niño.
El estómago de Leen dio un vuelco, la mención de su amigo hizo que los peores pensamientos se colaran en su mente, uno tras otro, veloces e incontrolables.
— Lo vi irse al bosque después de comer. — intervino Jayden, acercándose con pasos tranquilos pero su voz tensa. — Se habrá perdido o algo... pero debe estar bien. — intentó sonar seguro, pero su mirada decía otra cosa.
— No, no creo que se haya perdido allí. — soltó Leen, sacudiendo la cabeza con firmeza. — Él siempre se va al bosque cuando necesita tranquilizarse y sabe como volver. Esto no es normal...
Antes de que nadie pudiera responder, un grito cortó el aire.
— ¡Rick, Rick!
Todas las miradas se giraron de inmediato hacia el límite del bosque. Entre los árboles, emergía Shane, tambaleándose visiblemente. Su rostro estaba cubierto de sangre seca y fresca, formando surcos que bajaban por su cuello. El pecho subía y bajaba con fuerza, como si cada bocanada de aire le costara la vida.
