08: Dulce pequeña, Danaë

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[...]

El timbre de aquel departamento sonó, una madre apurada sale a abrir, dándole la bienvenida a su hijo.

- Parece que All Might tuvo problemas, ¿verdad? - Suelta la madre nada más abrir la puerta. Sin respuesta. - Debiste tener problemas para llegar a casa.

- Si...

Odiaba esa escena ¿Por qué estaba ahí? No lo sabe, o eso es lo que le haría creer al mundo y hasta a ella misma, pero sabe que no es así, quiere verlo, quiere ver su reacción para poder seguir odiándolo.

La imagen de su padre cuando era pequeña empieza a reproducirse en su mente, cuando el llegaba de patrullar y ella dormida en la sala esperando su llegada, iba corriendo a los brazos de su padre dándole la bienvenida. Vaya recuerdos. Agita su cabeza, no quiere seguir viendo aquello y arrepentirse del camino que había seguido.

Se vuelve a impulsar con su cola para salir del lugar, termina llegando a la azotea de algún edificio tan alto que su imagen desde abajo no se nota. Recuerda las noticias que le llegaron con una sonrisa, había logrado su cometido aunque la enfermera de aquella preparatoria podría fácilmente extraerle el veneno. ¿A qué se refería? Pues en el instante que sujeto y  rasguño las piernas de Iida y Bakugou soltó varias necrotoxinas en sus cuerpos con la intensión de que pierdan la movilidad de sus muscúlos y tejidos. La noticia que le llegó fue el creciente dolor, inflamación e infección en las cicatrices de las heridas de los dos estudiantes, y, a pesar de haber visitado múltiples veces la enfermería, seguían con su constante hemorragía.

Su capa empieza a elevarse y bailar con la brisa que empezaba a aumentar. Es un día agradable, demasiado que le gustaría regresar a casa. Termina obtando por esa opción y vuelve a saltar de un edificio a otro hasta llegar a la casa donde All For One se escondía o descansaba del arduo trabajo que realizaba, entra sin llamar a la puerta, encontrándose con sus colegas de la Liga. 

Ahora que lo piensa, con ellos en el salón de la casa hace que se vea pequeña. Busca con su mirada al Nomu hablante que había creado su mentor, lo encuentra en la cocina, no sabe que estaba haciendo pues daba vueltas y caminaba por ahí, hasta que notó su presencia.

- ¿Jabza? ¿Qué sucede? - Su voz sonaba más suave de lo normal, era raro.

- Me doy el día libre, si necesitan algo, váyanse a la mierda. - Avisa riendo, sintiendo la presencia del supuesto líder al mando detrás suya; gira su torso encontrando a Shigaraki mirandola con odio mal disimulado. - ¿Sucede algo, Shigaraki?

- No puedes tomarte el día libre, tenemos que planear como mataremos a All Might.

- Suerte con eso. - El ceño fruncido de Tomura solo ampliaba la sonrisa de Mei. - Ya hable y a mi no me das órdenes como la bola de estúpidos que andan detrás de ti.

- El Maestro me dejo a cargo a mi. - Recalca el peliceleste.

- Perfecto, pero eso no tiene que ver conmigo. - Mei se acercó a la puerta, pasando a un lado del contrario golpeando ligeramente su hombro. - Yo no soy como ellos, ni como tú.

[...]

Mei entra al departamento totalmente cambiada, no parecía aquella chica que horas antes estaba pensando en matar a alguien. Mientras quitaba sus zapatos negros, su cabello rubio estaba recogido en una maravillosa cola en la parte baja de su cabeza, unos lentes de sol adora sus lacios dorados.

- Estoy en casa. - Suelta al aire, para luego ver a una pequeña niña corriendo a sus brazos.

- Bienvenida. - Dice la pequeña, su cabello blanquecino sujetado en dos trenzas bastantes gruesas como para su pequeña cabeza. - Mami, ¿Cómo ha estado tu día?

- Mejor de lo esperado. - Responde con una sonrisa.

Tras acariciar la parte superior de su cabecita se adentro al departamento, camino saludando a la señora encargada de cuidar a la pequeña hasta llegar a su habitación. A pesar de lo agradable que estaba el día, sus energías estaban por los suelos como solía ser desde hace algunos años. Suspira. Sus ojos pesaban, quizás por su reciente insomnio y es que después de haberse presentado con sus, ahora, colegas de la Liga, crecía la pequeña culpa tras su doble vida. Una doble vida para su pequeña. 

La niña que un tiempo deseo abortar para luego arrepentirse de manera rápida, ella no era así. La sangre que manchaba sus manos no era motivo para decir eso, ella no iba a asesinarla. Por ello, la pequeña seguía con vida, Danaë se llama la pequeña, una dulce niña de albina cabellera y piel clara, sus ojos la mejor convinación que pudiera el mundo desear, entre el verde de su madre y el azul del quien anteriormente tuvo una aventura, esos ojos verdes azulados que enamoraban a la gente.

Se baño, relajando sus músculos dentro de la bañera, escuchando un clásico de disco de vinilo que tocaba desde su habitación; hacía tiempo que no podía relajarse como ahora, se había acostumbrado a tener una doble vida, donde muy pocas veces podía descansar. Una pequeña cabecita blanca se asomó por la puerta con su bata celeste, Danaë quería tomar un baño con su madre, pues pocas veces podía hacerlo.

- Mami. - La llama, provocando que la rubia abra sus ojos y sonría. - ¿Podemos bañarnos juntas?

- Por supuesto, mi amor.

La pequeña sonríe y se quita la bata, acercándose a la bañera y entrar en ella, la espuma es la favorita de la pequeña, por lo que al entrar empieza a jugar con ella mientras que Mei sonríe y la mira con nostalgia. Recuerda cuando era pequeña y tenía que bañarla con sus propias manos, lo pequeña que era tanto que cabía en su antebrazo sin más. Danaë se pone de espaldas, dejando que su madre le lave el cabello; su madre divaga mientras soba la cabellera blanca de su hija, recordando la vez que se topo con el padre de Danaë por primera y última vez.

El otro lado de la historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora