•Capítulo 18•

18 1 6
                                    

Su voz sonaba fría, como hacía mucho que no sonaba, y ambos mantenemos una guerra de miradas que no se cuando ha dado comienzo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Su voz sonaba fría, como hacía mucho que no sonaba, y ambos mantenemos una guerra de miradas que no se cuando ha dado comienzo. 

—No me debes nada, Nicolás, mucho menos una explicación — aclaro lo más pacífica que soy capaz de sonar. No quería seguir dándole vueltas a todo lo que acababa de pasar.

—¿Te apetece desayunar? — su mirada se ablanda, y tras crear un silencio tirante, asiento. 

Unos minutos después estoy tomando asiento frente a la silla vacía donde él se sentaría en unos segundos, sin dirigir la mirada a ninguna parte que no fuese la mesa, escucho sus pasos merodear por la sala, deja un café delante de mí, se sienta sosteniendo él otro y guarda silencio. La tensión es la protagonista, solo se aprecia el tintineo de las cucharillas golpeando la taza, y si prestabas algo más de atención, la respiración nerviosa que salía de mi boca sin permiso. 

—No iba a huir — musito sin atreverme a mirarle —O quizá si, no estoy segura. De todas formas no tendría que haber intentado marcharme.

—Tranquila — responde con calma y no dice nada más. Obligándome a mí a ser la que hable. 

—Siento mucho...— carraspeo, juego con mis dedos nerviosa y cierro los ojos resignada —Todo.

—No te preocupes Alba, se perfectamente como debes sentirte al haber sentido celos con alguien con el que no debería existir ningún tipo de sentimiento — sus palabras crean una alerta en mi cuerpo, que no tarda en tensarse.

—No se qué es lo que estás diciendo Nicolás, pero te equivocas — por primera vez desde que hemos tomado asiento le miro a los ojos. Parece relajado, a pesar de que sus manos se mueven algo nerviosas.

Suspira mientras va recostándose en el respaldo —Alba, compórtate como la adulta que eres, te estás mintiendo a ti misma. No te estoy señalando, ni culpando de nada — mira sus manos durante varios segundos, pensando como proseguir, y sus ojos vuelven a los míos con un brillo que no sabría como explicar —Tengo que admitir que me ha gustado que sientas celos, y soy consciente de que eso es tan poco ético como que tú los sientas.

El silencio vuelve como si nunca se hubiese marchado, ninguno se atreve a decir nada, apenas nos miramos y mis latidos han empezado una carrera muy difícil de detener. 

—La mujer de anoche se llama Miranda — cuando su voz rompe toda esa tensión, subo mi vista para observarle. Resopla, entrelaza los dedos y parece más tenso de lo que ya estaba. Se toma unos segundos, supongo que meditando qué decirme o de que manera. —Ella — suspira, pasa una de sus manos por la nunca y tras rascarse suavemente continúa —No es lo que piensas. No ha habido más contacto del que viste, y puedo asegurar que no tiene que ver con mi disfrute. 

—No es necesario, Nicolás — niego con la cabeza algo apenada y necesito darle un sorbo al café para poder humedecer mi garganta.

—Si, si lo es, ambos lo sabemos — pasa su lengua por el labio inferior y toma aire —Creo que para explicarte quien es ella primero debería explicarte la razón de que estuviese anoche allí — Puedo asegurar que soy capaz de captar las sensaciones de Nicolás, y como se está sintiendo la mayor parte del tiempo que hemos mantenido algún tipo de conversación, pero veo en sus ojos algo que solo vi el día que me confeso lo de mi padre. —No sé si recordarás aquella mujer de la que te hable, con la que tuve esa especie de matrimonio fingido para ayudarla a huir del maltrato — asiento bajo su mirada, atenta a cada palabra que salía de su boca con dificultad, mi corazón se vuelve un puño a punto de partirse, si esa mujer era aquella mujer, no estaba preparada para saberlo.

El As bajo la mangaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora