El aquelarre de las ménades (OP. 01)

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Creo que fue una de esas lunas sonámbulas. La encontré agria, rupestre; enmohecida, borrosa. Adyacente a las dodecafónicas fosas en las que era paseante, destellos compusieron sus tonadillas en una banca de roble. Desiderátum me senté. Y me escupió.

Pese a que vislumbraba, entre mis pestañas babosas distinguí a un león fino. Un león cuyas pisadas como frondoso girar de picaporte, me sedujeron. Al presenciarme lanzó su mirada mixolidia, grabó pisadas moscatel en el césped; anunció su retiro.

Un resplandor purpúreo alumbró el bosque, era un príncipe de ojos jade y cabellos ondulados. Se recostó en vinotinto carruaje, invitándome a transitar las montañas. Pieles de ciervo, coronas parras, así vestía aqueste serrallo. Llegamos a la cúspide y me encadenaron a un peñasco musgoso. El aristócrata cargaba en brazos un cordero, mientras tumultos acompasaban la sanguinolenta madrugada. Me disfrazaron de jardinero, después leyeron un pergamino del Marqués.

Pléyade (Poemario)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora