☠Diosa☠

734 92 14
                                    

—Bromeo con lo último, calma—ni sonríe, su rostro hasta parece más enojado—. Si bien el sexo es la única utilidad de los humanos aquí, debo confesarte que hice votos de castidad...

Arrugas el ceño, y tu yo chismoso necesita saber porqué desesperadamente, hasta que él concluye con...

—Y tienes estilo de abuelita, me imagino que tus bragas igual, así que estás segura a mi lado.

Enrojeces, ofendida.

—Las bragas de abuelita son lo más cómodo que existe, la mejor creación—¡Las defenderás con todas tus fuerzas!—. Las tangas de hilo te queman todo.

Él arruga el ceño.

—¿Cómo sabes eso de los hilos?—las sombras de tu vida antes del convento acosan con afectarte, así que niegas.

—Conocimiento básico—él no está convencido, y te alegra que, al menos, no te violará—¡¿Cuándo va a pasar el efecto?!

—Poco, solo debemos controlar el hambre a sentir por el otro, puede suceder en cualquier instante.

—Tengo que volver al convento—murmuras cabizbaja, pensando en tu vida, tu libertad, hasta en Chris, y las palabras de Murdock—, en serio.

—Hablaré con Asur, él es el anciano, solo su bendición nos permitiría salir. Mientras tanto, no intentes nada, cooperemos con lo que quieran, recuerda que estamos rodeados de los míos, son asesinos peligrosos.

Es entonces que él trata de incorporarse, y suelta un quejido de dolor, poniéndose la mano en el pecho. Se deja caer bruscamente al suelo tan rápido que no reaccionas.

—Mierda—gruñe arrugando el ceño—, duele como el infierno.

Ni vas a preguntar si conoce el infierno. Te aterra.

—¿Cómo puedo ayudar?—Dices acercándote lentamente a él, sin ser capaz de tocarlo.

Sonríe con malicia.

—¿Cogemos?

—¡¿Hay otra cosa?!—niega, se incorpora con torpeza, arrastrándose a la cama, allí se deja caer, y suspira. 

—Voy a dormir, me duele mucho—dicho eso, pierde la consciencia.

Ya "sola" lo contemplas con detenimiento. Es atractivo, pero hay algo en él que no parece de este mundo, si lo imaginas con un traje espartano o de gladiador, quedaría como un dios de la guerra, un mito de ensueño.

Hace una mueca de dolor, empieza a temblar como si tuviese fiebre, y pensar en que él se ha comportado contigo, que está así al ayudarte, desespera. 

Debes ayudarlo, ¡Devolverle el favor! Piensas en Citlalli, hasta en su hermano. Alguien tiene que saber un modo de calmar... lo que sea que tenga.

Miras sobre tu hombro, a la puerta.

—Fantástico.

Ya odias el plan, pero odias más quedarte quieta; si termina delirando, probablemente se lanzaría a absorber su único antídoto certero, tú, y ambos tenían votos que respetar.

.....

Al salir te encuentras con un pasillo largo con más puertas iguales, las paredes son de ladrillo fino, no hay ni una sola ventada. Unas mujeres como de miss universo en minivestidos de seda pasan por tu lado, te miran raro antes de reírse y seguir su camino.

Genial.

Las sigues discretamente, contando las puertas para saber volver. Ellas te ignoran y hablan de sus uñas acrílicas. Empiezas a escuchar el rumor de muchas voces concentradas, tus manos sudan, muerta de los nervios. Es entonces que giran por una esquina y frenas al ver el descomunalmente enorme salón lleno de mujeres que se abre ante ti.

PERVERSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora