☠La monja en Mesopotamia☠

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—¡Suuuu puuutaaa maaadreeeee! ¡Suu puuuta! ¡Suuu puuuu...!—corres en dirección contraria a la maldita batalla, corres como lo haría un atleta, pero tus pies se hunden dentro de la arena, entorpeciendo la huida, haciéndote luchar más para huir mientras lloriqueas—¡Virgen santisi... Aaaaaaah!

No puedes ni elegir entre gritar como la monja o como la que tiene nombre de equipo argentino.

Meada, hiperventilando y en calzones dorados sigues tratando de correr, escuchando el ruido de atrás taladrando tus tímpanos, pero el ruido se acerca. Aterrorizada miras sobre tu hombro. ¡Mi cabeza tiene un cortocircuito! Una de esas criaturas aladas, volando, bajan hacia ti como un cohete, va a estrellarse contra el suelo porque trata de defenderse de un hombre sin alas que está amarrado sobre su espalda, apuñalándosela con una locura veloz.

Gritas lanzándote hacia adelante para caer acostada bocabajo sobre la arena dura al mismo tiempo que pasan volando unos centímetros encima de ti, para estrellarse pasos adelante en un ¡Boom! Sordo sobre la arena amarilla que se extiende.

Levantas la cara, atontada por el golpe.

Allí lo ves, pasos adelante.

El que no tiene alas le ha enterrado en el cuello al ángel un tridente dorado, el ángel, que es de una larga cabellera blanca tose mucha sangre por la boca, sangre metálica. Ambos tienen ropas antiguas, largas pero duras para emular una armadura.

—¡NO!—gritas con todas tus fuerzas, poniéndote de pie como una idiota y corriendo hacia ellos, es entonces que el ángel, (solo resuena ese apelativo en tu cabeza, haciéndote sentir lunática y en un delirio de drogas) te mira, te sonríe mientras corres suplicando, y te muestra la palma, en señal de que te detengas, es lo primero que piensas.

Ahí, su atacante, que no tiene alas y respira como un toro bajo el casco que lleva, le arranca las piernas de un movimiento, las tira lejos, eso te hace parar y caer de rodillas con el estómago revolviéndose, por lo terriblemente traumático, no puedes ni parpadear.

De repente, el agresor cubierto por el casco, solo levanta la mano hasta el pecho del ángel, de un golpe rompe su esternón y le saca el corazón con su mano empapada de la sangre metálica, gris, que gotea, entre sus dedos ves una gema grande, tan brillante que te arden los ojos.

Un corazón hecho de luz.

Tu atención se va al asesino con tu cabeza temblando en una aterrada negación.

—N-no—no te puedes mear más, el líquido te empapó las piernas—. N-no es Mur...

El monstruo, con su mano libre, entierra las uñas en su propio torso, y se arranca un pedazo de esternón y armadura, sin temblar ni gritar. Muerdes mi labio hasta que sangra para contener todo lo que sientes, lo ves sacar un corazón negro y diminuto de su caja torácica, horrible, lo bota a un lado y con la otra mano mete el corazón del ángel en su pecho demoniaco. Petrificada, miras al ángel moribundo.

Sonríe... hacia mí.

Y lloras.

Las alas del ángel se desintegran, volviéndose un polvo que desaparece, y todo su cuerpo también pierde un brillo. Ha cerrado los ojos, no hay nada, está muerto.

Y cobra sentido, aunque realmente no lo haya.

Sabes en qué momento estás, ante qué.

Esto, debe ser cerca de la Mesopotamia antigua.

Esto es el pasado.

Ese idiota me escupió en su pasado.

—Murdock, ¿Por qué?—preguntas sin querer en un murmullo deshecho. Es un ¡¿Por qué?! Con respecto a todo.

PERVERSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora