☠La esposa robada☠

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Despiertas. Te ves rodeada de una casa hecha de lo que tú dirías es arcilla y otras mezclas, tu cuerpo estaba sobre una dura tela de lana acolchada con hojas. Caminas por el lugar y ves afuera a Murdock frente a un fuego, cocinando con instrumentos hechos en barro.

Él te mira, sonríe con sinceridad. Ya no lleva los pantalones con tachas que lo hacía ver como cantante ardiente de metal, sino una túnica blanca que se ciñe en su glorioso cuerpo.

—Te había prometido una cena... esto es mejor—señala tres piedras que emulan ser una mesa. Los rodea un bosque alto y frondoso.

—¿Qué preparaste?—te sientas en una de las rocas pequeñas. Él pone todos los alimentos sobre la más grande y se sienta frente a ti.

—En la mañana fui al mercado de la ciudad donde estuvimos—sonríe de oreja a oreja, emocionado como un niño—. Traje torta de manteca, solo los más ricos podían comprarla, tiene miel y dátiles, porque aquí no había azúcar; esto es guisado de cordero con nabos, y el pan lo hice en mi horno, ¿ves que está plano? Es porque lo pegábamos a las paredes... yo mismo lo construí por diversión... en el pasado.

Todo está puesto sobre hojas grandes de árbol y telas delgadas, menos la sopa, cuyo cuenco es de una cerámica naranja rasposa.

Murdock deja de hablar cuando se da cuenta que derrama una lágrima. Pones tu mano en la suya, boquiabierta, pero dispuesta a apoyarlo.

—N-nunca... había salido esto de mis ojos—llora viendo la comida—. Todo lo que ves, ya no existe, ni las recetas, ni el modo, ni el paisaje. El pescado lo saqué de un río cualquiera, los ríos de tu tiempo están envenenados, toda la tierra tiene dueño, la tierra moribunda... ¿por qué? ¿Por qué terminó así?

Te encoge el corazón ver sus intensos sentimientos.

—Lo lamento, Murdock—susurras, conmovida de que haya algo tan real en él.

Él limpia sus ojos de un manotazo.

—Complace la nostalgia de un anciano y dime qué te parece la comida de mi tiempo—dice escondiéndose en una mirada fría.

Das un bocado a la sopa, enseguida pruebas la torta de manteca, jadeas de placer, aunque está bien desabrida la sopa, tus lágrimas también se escurren. Ambos se sonríen.

—Esta es la mejor cena de mi vida—ríes nostálgica, probando de todo un poco, con las lágrimas cayendo por el rostro, su pan es seco pero te llena el alma—¡Mmmmm! Dios mío, no creo que vaya a vivir algo más maravilloso.

Sientes el dolor de Murdock, y te duele que esta tierra viva, este tan extenuada en tu siglo. Sigues comiendo con una sensación de aprecio inigualable.

Cuando acabas, ves que la tristeza lo consume, está pensativo y pálido.

—Ven—te levantas y lo llevas hacia adentro, al lecho—. Necesitas descansar.

Él se acuesta primero, yo lo sigues, dejándote caer a su lado. Lo ves volver a limpiarse las lágrimas.

¿Es él un demonio realmente? Dios, lo vi matar, sacar un corazón, pero esta visión tan gentil me posee.

—Murdock...

—Todo, todo... todo...—solo murmura.

—¿Por qué construiste este lugar?—tratas de desviar sus pensamientos.

—Fuimos creados para matar y cumplir las órdenes de nuestros... padres, pero en mí siempre habitó el querer otra cosa, así que escapaba aquí regularmente.

—¿Cómo naciste?

—De las sombras y el sacrificio de inocentes, nacimos siendo adultos, nos entrenaron para matar y seguir órdenes... es todo.

PERVERSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora