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La tenia en casa y estaba feliz. Por fin... después de tres años por fuera; volvía a tenerla en su casa, en su cocina, de espaldas. Y no podía dejar de verla.

Sara se movía con movimientos sutiles mientras preparaba la cena, no quería obviar la situación pero ese amigo suyo ya la estaba sacando de quicio.

Se giró con la espátula en la mano y le apuntó haciendo sonreír al hombre.

-¡Basta ya!

Franco dejó caer los hombros haciéndose el desentendido. Pudo apreciar cierto rubor en las mejillas de la chica y algo de recelo en sus ojos.

Estaba bonita, no, pero enserió, no la recordaba tan linda, era notorio que esa pelirroja soñadora había quedado en el pasado. Ahora era más madura y tenía más pecas, pero estas le daban un aire fresco a su rostro. Ah, y el cabello era castaño, de nuevo.

-¿Qué pasó?

-Deja de verme así.

-¿Así como?- se burló.

-Franco Reyes- dijo la castaña, cruzandose de brazos- desde que llegue no has parado con eso.

-¿Y no puedo verte? ¿No puedo estar feliz de que estés aqui?- le respondió asincerandose.

Sara meneó la cabeza sin darle crédito a sus palabras.

-Siento que me estas viendo demasiado.

-Lo hago.

-¡Franco!- rodó los ojos.

Él se levantó y fue hasta ella para abrazarla por los hombros.

-Ya, ven. Me encanta tenerte de vuelta.

Sara lo rodeó con sus brazos. También lo había extrañado mucho.

-Hmmm huele a quemado, señorita.- comentó haciéndola reír.

-No seas bobo- se soltó de él para ir al sarten- nunca debes dudar de mi sazón.

-Eso nunca.

-Bien, Franco. Pon la mesa, esto estará listo enseguida.

Franco obedeció sin dejarla de ver, pero no tenía importancia, eran mejores amigos y quería aprovecharla cada segundo.

-¿Te quedaras por largo tiempo, no?- preguntó el ojiazul, con temor.

Sara se tensó, apagó el fuego de la estufa y plantó la comida en silencio.

¿Por qué él quería hablar de eso?

Su manera robotica de actuar le dijo todo a Franco, siendo así qué la tomó del brazo para quitarle los platos y dejarlos en la mesa.

-¿Qué sucede? A ver.

-Es que no sé qué decirte.- bajó la mirada a sus pies.

Y repentinamente se fijó que él estaba más alto. O, serían los años que habían estado alejados.

-La verdad Sara. Me alegra mucho que estés aqui, te lo repito, y no sé si podría soportar que te fueras de nuevo.

Ella lo miró a los ojos, era sincero.

-Solo tengo que volver por mis cosas Franco, pero todavía no es algo que tenga planeado. También tengo una vida allá.

-Pero creciste aquí y te fuiste porque...

-Franco, Franco.- le colocó una mano en el pecho calmandolo enseguida- no quiero hablar de eso ahora, ¿sí? Mejor cenemos. Se enfría.

Dio por terminado el tema pasando de él y tomando su puesto.

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