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La mujer se miró al espejo por última vez.

El morado de su ojo ya había desaparecido completamente, sin embargo aplicó un poco de más base en ese lugar, iría a ver a su amigo y no quería que se diera cuenta. Ya había desaparecido durante dos semanas completas y sabía que Franco probablemente estaba inquieto, porque desde entonces no le había llamado como solía hacerlo.

Suspiró ante su imagen apagada, luego terminó de guardar las prendas en su maleta y salió del hotel.

Tomó su carro del parqueadero y salió rumbo a la hacienda Trueba.

Durante el camino repasó lo que iba a decirle a Franco, necesitaba ser lo más creíble que pudiera, Franco no debía dudar de su palabra.

Pero... ¿valía la pena?

No lo sabía. Sara se encontraba tan asustada, tenía dos caminos, uno: decirle la verdad o dos; mentirle.

Optó por la segunda opción, ella conocía perfectamente al ojiazul y sabia que en cuanto le dijera que Demetrio la había agredido, Franco no dudaría en defenderla. Por eso no quería que él se involucrará.

Sara era una mujer fuerte, lo sabía, siempre podía defenderse sola, se bastaba ella sola.

Estacionó el carro y esperó unos segundos poniendo sus manos sobre el volante.

Tenía miedo, Franco la conocía.

__Señorita Sara, que alegría verla por aquí.

Ella levantó la cabeza al escuchar la voz de Eva.

__Hola, Eva ¿cómo está?

__Muy bien gracias. Supongo que viene a ver a Franco.

__Asi es.__le sonrió para fingir que no sucedía nada.

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