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La verdad es que Sara no tenía ningún afán en regresar a la hacienda Trueba. Aquella mañana se levantó muy tranquila en la que era su casa y acompaño a sus familiares en el desayuno, el abuelo y Norma no podían estar más encantados, se sentía como en años anteriores.

Sin embargo la tranquilidad les duró poco, puesto que Fernando Escandon fue el protagonista de una gran discusión con la mayor de las Elizondo. No siendo ni las ocho había llegado arrastrándose por los suelos suplicando a Norma que se dieran una oportunidad, Sarita intervino mandándolo de la china más allá. Una vez Fernando había respondido al ataque con palabras poco entendíbles se había desmayado dejandoles un sabor amargó en la boca a todos, y tuvieron que subirlo a su recamara con ayuda de los peones.

Sara prometió volver pronto y lo cumpliría, claro que sí. Así que, después de aquel molesto momento, se despidió y tomó su rumbo, iba manejando despacio por la carretera. No tenía prisa y ella no necesitaba permiso de nadie.

Sus oídos captaron una melodía familiar y siendo consiente quien era el dueño, ensancho una sonrisa al verlo en medio de la nada tocando la armónica, Sara detuvo su vehículo y bajo para saludarlo, aunque el muchacho no se veía bien pero al reconocerla también sonrió, borrando todo deje de tristeza.

-¡Qué milagro!- dijó el chico.

-Hola, usted es el... el mil

-¡Sí si, soy yo, señorita, que agradable sorpresa verla de nuevo.

Sara sonrió dejando ver la apreciación por el chico.

-Igualmente, pero dígame ¿qué hace por aqui? Y ¿cómo se llama?, me gustaría llamarlo por su nombre.

El muchacho forzó una sonrisa y se rasco la nuca, era muy desconfiado, pensó la castaña, como ella misma y le entendía.

-Señorita la verdad solo caminaba sin rumbo, ¿sabe? A veces no me va tan bien en mis presentaciones.

-Venga y usted ¿ya desayuno?- el joven guardó silencio avergonzado. -No- se respondió Sara. -venga conmigo....amm

-Federico, me llamo Federico Rosales.

-Bien Federico, le invito a desayunar y hablemos un poco por favor, me caes bien.

-Pero señorita Sarita, no es correcto.

-¿Por qué?- Sara elevó la cejas cruzandose de brazos.

-Porque... míreme- se juzgaba duramente.

Sara negó con la cabeza mientras se dirigía al vehículo para abrir las puertas.

-Yo solo veo a un joven tratando de salir adelante y, tranquilo no espero que me tenga confianza y me cuente su vida, pero déjeme darle una mano, verá que usted es vital para muchas cosas.

Bueno, nadie podía negarse a tal petición de la castaña. A pesar de ser una mujer de un carácter fuerte, Sara desprendía ternura sin siquiera darse cuenta.

-Esta bien, espero que no tenga problemas por mi culpa.

-Suba al auto.- ordenó mientras le palmeaba el hombro.

____

Franco no había pasado una buena noche, había dormido pocas horas y se había levantado de mal humor.

Él no era así, había una única razón o más bien, una única persona que le causaba tantas emociones, desde la ira más infernal hasta el amor más puro en tan solo segundos.

Sara.

¿Por qué no regresaba?

Franco se sentía sofocado, como si el aire le faltara, pero esta vez era tan diferente porqué, había soportado sin su presencia años y ahora estaba a tan solo unos pasos por así decirlo; y aun así parecía que ella estaba muy lejos.

ERAS TÚ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora