Parte 2

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CAPITULO 2

Toni

Cuando el escenario está preparado, salgo como de costumbre a fumarme un cigarrillo. Sigo el camino hasta una verja que da a la playa y me siento en uno de los escalones de madera. Miro el mar, está en calma. Entonces mi jodida cabeza la trae de vuelta, agito la cabeza y me regaño exhalando con furia el humo, como si así pudiera borrarla de mi mente.

Es inevitable acordarme de ella cada vez que me acerco al mar, que lo huelo, que lo escucho... por eso en ocasiones odio vivir cerca de él, tanto como me odio a mí mismo por lo que le hice.

—Ey, estabas aquí —soltó Elena al tiempo que me quitaba el cigarrillo de las manos para darle una calada y sacarme de mis pensamientos.

—Te recuerdo que tú eres la cantante, no deberías fumar y menos antes de salir al escenario, tendrías que estar haciendo esas cosas que hacéis los cantantes, como gárgaras o gorgoritos —. En ese momento lo tiró al suelo y lo pisó con la punta de sus zapatillas mientras me dedicaba una sonrisa maliciosa.

—Anda vamos antes de que nos empiecen a buscar y pongan el grito en el cielo —. Se levantó y agarrando mi mano tiró de mí hasta el escenario.

Elena es una tía cojonuda, da igual el día o la hora, ella está siempre ahí, para todos. Siempre con su eterna sonrisa dibujada en su cara y enseñando sus enormes paletas sin importarle una mierda lo que otros piensen. Si necesitabas que alguien te escuchara, ahí estaba ella, si necesitabas ayuda para cambiar una rueda, ahí estaba ella, si necesitabas que alguien se tomara la última copa, ahí estaba ella. Siempre disponible. Nunca le ha importado ser la única chica de la banda, así que intentamos comportarnos correctamente en su presencia y no como los cerdos que realmente somos, sobre todo cuando su mejor amiga se marchó. Anabel se alejó de nuestras vidas hace algo más de un año, y digo nuestras vidas porque no sólo la dejó a ella, nos dejó a nosotros, incluyéndome a mí.

Aunque Anabel nunca formó parte de la banda siempre acompañaba a Elena, y a nosotros, a los ensayos, conciertos y quedadas, además todos estudiábamos en la misma facultad y eso hacía que nos viéramos todos los días en la cafetería mientras nos saltábamos alguna clase y consumíamos cafeína y cigarrillos. Recuerdo el día que Elena nos la presentó.

—«Chicos esta es mi amiga Anabel, estudia psicología. Ellos son Samuel, José, Rubén y Toni —. Todos la saludamos y ella nos devolvió el saludo mientras tomaban asiento en una de las sillas libres que había alrededor de las mesas que teníamos pilladas en la cafetería. Apenas habló aquel primer día, no pude distinguir el tono de su voz, pero sí me fijé en sus ojos, vivos, brillantes y rasgados. De color marrón, pero no marrón chocolate ni café ni avellana, no. Eran marrones como los de la gran mayoría, sólo que el marrón de su iris se iba difuminando hacía una tonalidad más clara conforme te alejabas de la pupila y eso unido a su forma rasgada hacía no pudiera dejar de mirarla».

Cuando empezamos a tocar aún había personas que permanecían en el salón. Por los ventanales se apreciaban algunos corillos de gente hablando mientras otros iban saliendo a la terraza para tomarse una copa y escucharnos. Yo como siempre, tras el primer tema, me evadía y me dedicaba a lo que José siempre nos decía «tíos a disfrutar». Era como si estuviéramos ensayando en nuestra nave, sólo pensábamos en pasarlo bien al igual que la gente que venía a vernos a los garitos en los que tocábamos los fines de semana.

Nuestro repertorio lo vamos variando. Somos una banda algo atípica en cuanto a género porque versionamos cualquiera. Nos da igual una balada de rock, que un tema soul o uno pop, lo importante siempre es sentirla. Todo estaba controlado desde el orden de las canciones hasta después de que tema hacer el descanso, y ahí estábamos cuando levanté la vista hacia la barra, imagino que para ver el hueco donde colarme a pedirme algo en cuanto termináramos, y allí se quedaron mis ojos. Clavados. Como un puto imbécil me quedé mirándola mientras ella me devolvía la mirada. Aún en la distancia que nos separaba me perdí en el jodido color de sus ojos, que alumbrados por aquellas pequeñas bombillas que colgaban por el jardín parecían haber perdido el brillo que les recordaba. Paró la música y todo indicaba que llegaba el descanso. Me agaché a dejar mis baquetas a buen recaudo y al volver la vista para buscarla ya no la encontré.

NUNCA ME OLVIDESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora