Parte 6

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Hoy 14 de febrero, Día de San Valentín, quiero dedicarle este capítulo a mi marido. Agradecerle el tiempo que le robo para escribir, leer, hacer talleres y cursos, pero sobre todo por ser  la primera persona que lo leerá y por inspirarme cada día.  

CAPITULO 6

Noviembre de 2.012

Llegué de forma cautelosa sin que ninguno detectara mi presencia. Sé que era pronto, tal vez demasiado temprano, así que me camuflé cuanto pude entre aquellos días que compartimos. Aún no nos conocíamos formalmente, ya tendríamos tiempo, aunque en el fondo creo que él sabía de mi existencia, reconocía ciertos rasgos, dudas y carencias... pero no quiso delatarme. Nos permitíamos coexistir, él evitándome y yo haciéndome cada vez más presente en sus días... y sus noches.

Toni

Me despierta un intenso olor a café, bueno eso, y un dolor de cabeza de cojones. Es lo que tiene beber sin control, por eso siempre procuro no sobrepasar ciertos límites, pero en ocasiones como la de anoche parece que lo olvido.

Intento incorporarme lo más despacio que puedo, nada difícil en mi estado, aún no ha amanecido cuando escucho unos golpes en la puerta que hace que me lleve las manos a la cabeza.

—Buenos días, que tal has dormido —se interesa Miguel acercándose con una taza de café en la mano.

—Buenos días... He pasado noches mejores, pero, ¿Qué hora es? —lo saludo intentando poner mi mejor cara.

—Anda tómate este café, cámbiate y aprovecha que tienes el baño libre —dice ofreciéndome la taza.

Mientras rodeo la taza con las manos para entrar en calor voy dando pequeños sorbos esperando que la cafeína me espabile, eso y la indigente cantidad de azúcar que Miguel ha añadido. Me sorprende que recuerde que me guste dulce pues no hemos coincidido más que tres o cuatro veces, aunque en esta ocasión está tan dulce que casi me provoca una arcada.

Me lavo la cara y peino mi pelo con las manos intentando mejorar en algo mi aspecto. Cuando llego al salón me encuentro a Miguel ataviado con una mochila y sus cañas de pescar.

—Me dijo Anabel que avisaste a tu madre de que dormirías aquí, ¿no? —me pregunta sin mirar mientras guarda uno de sus carretes.

—Sí claro, la llamé anoche

—Pues ponte esto y vente conmigo mientras Anabel está ahí encerrada estudiando —insinúa acercándome una chaqueta impermeable.

—No puedo acompañarlo durante mucho tiempo, mi madre me espera para la hora del almuerzo —lo informo mientras introduzco mis brazos en la chaqueta.

—Tranquilo volveremos antes, de todas formas puedes irte en el momento que te apetezca, y no me llames de usted que no soy tan viejo —dice y me pasa una pequeña nevera.

—Está bien, ¿Necesitas que lleve algo más? —pregunto tras observar todo lo que lleva encima.

—No hace falta... ¿Tú eres Toni, no?

—Sí

—Pues vamos Toni, antes de que nos quiten el sitio.

Vivir cerca del mar es un privilegio que Miguel y Anabel conocen a la perfección. No tardamos más de diez minutos en llegar al paseo marítimo donde me sorprende ver ya a gente paseando por la arena. Miguel dispone las varillas de la caña y las ensalza. Busca un hueco entre las rocas donde coloca el soporte y me pide que sujete la caña mientras él saca el carrete y el sedal.

—¿Puedes acercarme de la nevera una pequeña caja de cartón? —demanda con media sonrisa señalando la nevera. Yo la abro y busco entre los refrescos.

NUNCA ME OLVIDESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora