CAPITULO 10
Anabel
Mi padre me enseñó a contarle al mar aquello que me preocupaba, decía que posee unos buenos oídos para escuchar sin juzgar, y yo hoy lo necesito. Sentarme frente a él siempre me hizo bien, sobre todo desde que me dejó sola. La suave brisa me hace encoger las rodillas hasta abrazarlas, tan fuerte, como en este momento lo haría con él.
El sol empieza a abrasar en estas fechas, sin embargo yo siento frío, un frío que no consigo calmar por más que me exponga a este sol de justicia que hace hoy.
Apenas se puede percibir el golpeo del mar contra las rocas, pues está tranquilo, y pienso que ojalá yo pidiera encontrar esa calma. Si extiendo la vista, puedo recordar los ojos de mi padre, tan azul como el que hoy me regala su adorado mar.
Respiro y cierro los ojos dejándome llevar. Percibo el olor a maresía mientras escucho las voces de unos niños jugar con sus padres en la arena, junto a la orilla. Abro los ojos de inmediato al sentirme observada. Mis alertas se disparan buscando hacia ambos lados alguna mirada, y entonces lo veo.
No parece tener intención de acercarse. Está a mi derecha con las manos en los bolsillos y dedicándome una leve sonrisa. Sus ojos verdes me abandonan para centrarse en el mar, lo veo saltar un par de rocas y queda situado delante de mí.
Me detengo en su cuerpo, ahora que no me siento observada. Su pelo castaño, con preciosas tonalidades rojizas cuando se expone al sol, lo lleva recogido en un moño que deja a la vista los pequeños rizos de su nuca, su espalda ancha enmarcada por una camiseta negra y un pantalón del mismo color con multitud de bolsillos que se ajusta al llegar a su perfecto trasero.
Respiro profundo e intento por todos los medios no seguir mirándolo, recordándome una y otra vez que solo somos amigos. Como si lo intuyera se gira y se acerca a la roca en la que estoy para sentarse junto a mí.
—Sabes que siempre puedes contar conmigo, ¿verdad? —afirma y pregunta una vez sentado. Y lo sé, claro que lo sé, pero... ¿cómo puedes contar algo por lo que día tras día te sientes culpable?, ¿cómo la imagen que ves de ti misma es tan distinta a la que otros insisten en ver? pero sobre todo ¿cómo puedes volver a ser la misma sin hacerte daño?
—¿Qué haces aquí? —pregunto mientras recuerdo las conversaciones que hemos tenido justo en este mismo lugar. Como cuando conocí a su madre y me explicó su situación. Cuando le faltaban las fuerzas para continuar adelante tras las negativas de su madre a recibir ayuda o las primeras visitas al centro sin resultados, e incluso algunas conversaciones sobre el inicio de la enfermedad de mi padre.
—Pensé que te vendría bien algo de compañía —susurra golpeando su hombro con el mío sin apartar la vista del mar.
—Gracias —. Solo puedo pronunciar esas palabras. Nos quedamos unos largos minutos en silencio hasta que él lo rompe.
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NUNCA ME OLVIDES
Romance¿Cuántas veces has imaginado como será tu vida? Anabel se la había imaginado de millones de formas, pero ninguna de ellas se aproximaba a la que le había tocado vivir. Tal vez por eso no encuentra la forma de seguir adelante, alcanzar ese camino que...