02 | Rumbo al infierno

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La última vez que vi a papá, estaba reposado en la cama del hospital Freeval, dando sus últimos suspiros

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La última vez que vi a papá, estaba reposado en la cama del hospital Freeval, dando sus últimos suspiros. En aquel momento solo lo determinaba desde fuera de la cerrada habitación con el ventanal gigante. Pensaba en si tan siquiera se arrepentía de algo. De al menos una sola cosa. Tan solo una de las muchas cosas desalmadas que le llegó a hacer a mi madre. Si se llevaba el recuerdo amargo de las marcas moradas en su piel o de la sangre que caía de esta.

De vez en cuando creía que sí. Pensaba que esas miradas angustiadas que fingía eran de verdad y que se odiaba a sí mismo por todas las cosas que le hizo. Pero a la que odiaba más en aquel momento era a mí. Por no haber sido capaz de hacer nada y por creer que ese bastardo se podría arrepentir, estando consciente de que ni una sola disculpa salió de su boca en todos los años en los que estuve cuerdamente presente.

Y es que no creo poder llegar a entenderla jamás. Porque cada vez que le hacía la misma pregunta: ¿por qué no haces nada? Obtenía siempre la misma respuesta: porque lo amo.

Y dolía. Me dolía un montón verla llorando por alguien a quien a pesar de todo seguía amando. Alguien que no se hacía bien ni a sí mismo y menos a los demás. Alguien a quien después de tantos golpes seguidos, seguía llamando cariño. Alguien a quien me prohibía nombrarle de la forma que merecía:

Monstruo...

««««««
7 de enero de 2013

El olor a medicamentos del hospital era como gasolina recién rociada en el tanque de combustible de un auto. No me gusta para nada. No quería venir, pero mamá ha insistido tanto que no me ha quedado de otra.

Mientras ella se encuentra dentro de una diminuta habitación, medio sentada sobre la camilla en la que está recostado William, yo solo me mantengo observando sus movimientos por fuera de un ventanal justo al lado de la puerta.

No estoy feliz, pero tampoco disgustada.

El médico nos ha informado que sólo le quedan horas de vida por lo que deberíamos darle la despedida, pero no pienso entrar a decirle nada bonito como: descansa en paz, porque lo único que quiero es que sufra un poco más de lo que sufrimos por todos estos años mi madre y yo.

No tengo ni la menor idea de si eso a lo que llaman segunda vida en realidad exista, pero si es así y también existe el cielo y el inframundo, sin duda quiero que haga su mayor esfuerzo para pasarla bien en el segundo.

Vigilo cuidadosamente a mi madre desde el ventanal y la veo dirigirse hacia la puerta. Desenfoco mis ojos de ella y llevo mi mirada hacia el suelo.

—Hayden, tienes que entrar —Me dice mi madre sacudiéndose las lágrimas.

—No.

—Hayden...

—Maldición mamá —espeto con la voz elevada mientras determino a mi madre espantada—. Durante toda mi vida te la pasaste sin escucharme cuando te pedía con ruegos que hicieras algo por nuestro bien, cuando ese monstruo —señalé a William— casi te acababa a golpes y tu nunca me escuchaste. Así que lo siento demasiado, pero voy a agarrar tu ejemplo y voy a hacer exactamente lo mismo que hiciste tú.

Dark MindsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora