04 | Una salida y un viaje a Malmö

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Los panqueques con crema, sin duda son mejores que los que llevan miel

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Los panqueques con crema, sin duda son mejores que los que llevan miel.

Pensé mientras veía cómo pasaba la agotadora y molesta película en el pequeño plasma de la sala de mi casa. Es una pregunta que no se debería hacer, los panqueques con crema obviamente son mejores que los de miel.

—Hayden, ¿quieres ensalada de frutas?

Escucho vociferar a mamá desde la cocina, interrumpiendo mis pensamientos.

Llegó anoche, justo después de que yo apareciera con Jackson dejándome en la entrada de la casa. Parecía estar deprimida luego de su caminata, lo cuál se me hace extraño, porque desde que comenzó a salir en su intento de olvidar a mi padre, había regresado una tarde o noche feliz. O eso parecía al menos. Pero desde que la vi entrar ayer, se le notaba triste. No quise decirle nada, porque no quería verla llorando y menos porque recordó a William, pero tampoco me gustaría hacerla sentir sola ni hacerle creer que no me puede contar nada porque no la escucharé.

—Sí —solté alto para que escuchara.

Ya es de mediodía, y yo me encuentro reposada en el sofá crema de la sala, con mi cuerpo en un lado y los pies cruzados. La palma de una de mis manos la llevo pegada a la mandíbula.

Al rato, escucho las pisadas suaves de mamá, que está por hacerme compañía en la sala. Volteo a verla y descubro que lleva un tazón mediano con la ensalada de frutas en una mano y un plato llano entre brazos.

Mantiene una expresión neutra, por lo que planeo preguntar al respecto.

Camina cerca del sofá en el que estoy tirada de lado, y en una mesita de vidrio rectangular que hay en el medio de la sala, pone el tazón de frutas y vierte un poco en el plato plano.

Al terminar, la veo acomodarse en el sofá de una sola persona, que está a unos metros de mí, para cruzar las piernas y llevar su mirada hacia la película aburrida que se está reproduciendo en el televisor.

—¿Todo bien? —digo estirándome un poco, para recoger el tazón con la otra parte de frutas que dejó mamá en la mesita—. Te noto preocupada.

Ella me mira sin mostrar una expresión en concreto.

—No, estoy bien —Se dirigió hacia mí en una ligera arrugada de frente.

Sé que algo le pasa. Normalmente me diría: no, extraño a tu padre, o: estoy aburrida, pero nunca miente diciendo que está bien. Es algo particular en ella. Otras personas te dirían hasta el cansancio que están bien, siempre y cuando obtengan el desinterés de la otra persona por saber, pero mamá era todo lo contrario. Ella siempre decía la verdad respecto a cómo se sentía la mayoría de veces —claro, excepto las veces que le preguntaba si todo estaba bien cuando vivíamos con William— No la quiero presionar con que me de la respuesta que quiero escuchar, porque ha de ser por algo, pero automáticamente le pregunto:

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